El periodista Jorge Lanata, en su programa de TV dominical, en forma valiente y documentada da a conocer semana a semana los atracos de la familia “K” (como él los llama), y sus allegados, que hasta de las monjitas se han valido para ocultar los millones de dólares que han saqueado al erario argentino, sin escrúpulo alguno.
Hace algunos años comentaba que hay que levantar sendos monumentos en cada país del orbe en homenaje a un connotado argentino, autor de por lo menos 30 tangos, siendo uno de ellos el famoso “Cambalache”, escrito en 1934 y que cada día adquiere más vigencia. Luego pensé que ese monumento había que ubicarlo en todas las ciudades del mundo; y hoy digo, por el nivel de corrupción mundial, que hay que ubicarlo en todas las equinas de las ciudades.
Muchos, especialmente los jóvenes, al escuchar el nombre de Santos Dicépolo, no sabrán de quien se trata. Él es el autor de L tango, que, con una clarividencia extraordinaria, a inicios del siglo pasado, plasmó esta letra: “…Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador. ¡Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor! No hay aplazaos ni escalafón, los inmorales nos han igualado… Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón…Siglo veinte, cambalache, problemático y febril, el que no llora no mama y el que no afana es un gil”.
Más qué ironía de la vida, a quien le hicieron monumento fue a otro argentino: al “padrino de los K”, Néstor Kirchner, y nada menos que en Quito, en esa costosa y monumental obra, que poco o ningún beneficio rinde, el Edificio de la Unasur.
Saludable para todos sería que se retire el monumento actual de la Unasur y se lo sustituya por el del honesto y preclaro Santos Dicépolo; y el del “padrino K” se lo envíe a que adorne el ingreso de algún centro correccional.