Reflexiones maduras
Resulta que en la etapa de la vida de una mayor adultez se precisa recoger y mencionar algunas ideas a manera de unas reflexiones que las podríamos considerar como maduras, es decir producto de una vida de logros y realizaciones de cualquiera sea la magnitud y preponderancia que tengan y así proponer algunas reflexiones que ayuden a tener alguna guía o sendero para especialmente esa generación de jóvenes que nos sucederán en la vida.
En épocas anteriores quizás refiriéndome a una etapa cómo de hace 50 años, quizás un poco más, teníamos en nuestros hogares esa presencia de papá y mamá en todo momento y la compañía principal de los hermanos y se adicionaban primos, tíos y demás familiares y por supuesto los inolvidables abuelos. Teníamos esas reuniones hogareñas, pletóricas, de pláticas saludables, bailes, música, comidas típicas y muchas otras cosas que endulzaban nuestra vida. Las distancias de las viviendas de unas y otras familias no eran tan distantes y era más fácil movilizarse de una casa a otra para compartir estas lindas experiencias.
Pero que sucede ahora en las familias, las distancias son enormes, los hogares se han centrado más en su vínculo más íntimo de padres, hijos, nietos y los parientes políticos yernos o nueras y cualquier reunión es más realizada en ese entorno y raras veces se amplía a mayores conglomerados de otros familiares, peor aún incorporar amigos y conocidos.
En esos años anteriores, si bien se conocía casos de delincuencia, asesinatos y cosas así, no eran tan perceptibles, nos movilizábamos tranquilamente en cualquier hora del día, en las noches incluso, caminando podíamos ir a una función nocturna de esos cines tradicionales de nuestra ciudad de Quito, como el Alameda, el Central, el Rumiñahui, el Bolívar, el Alhambra y muchos otros y no teníamos miedo, ni recelo, deambulábamos tranquilamente y sin la menor sospecha de que nos pudieran asaltar.
En el momento actual estamos sumidos en una vida de incertidumbre y de miedo, tantas malas noticias sobre la inseguridad que preferimos ya no salir en la noche y no podemos caminar con tranquilidad, aun cuando sea en horas del día. Tanta proliferación de asesinatos, asaltos, sicariatos, en fin tanta maldad en la población, la infiltración de la mafia y el narcotráfico, lo que resulta espeluznante mirar y observar esas imágenes desgarradoras en las noticias por la televisión y las redes sociales. Ha cambiado tanto aquello, que nos parece estar observando películas de ficción o cosas que resultan increíbles de concebir.
Teníamos anteriormente en nuestros hogares el almuerzo en familia, pues de los trabajos y de los centros educativos, se tenía doble jornada, es decir se laboraba la mañana, un descanso para el almuerzo y como las distancias no eran tan largas, se solía ir al almuerzo en casa y luego retornar a la jornada de la tarde; no había la jornada única o continua. En la noche se cenaba en familia y en todo momento se sentía ese calor hogareño, esa presencia familiar. Las conversaciones de los mayores eran siempre llenas de anécdotas, de chistes, ese humor quiteño especialmente y la vida, por lo tanto, se tornaba más dulce y amable.
Qué sucede ahora, pues lo contrario, salimos a nuestras labores muy temprano en las mañanas y retornamos a la noche muy tarde, desayunamos solos, almorzamos de igual manera y quizás hasta en las cenas también, es decir en qué momento podemos compartir en familia, si quizás hasta los fines de semana tenemos por exigencias laborales a lo mejor que dedicar tiempo al trabajo y no a disfrutar en familia.
El control hacia los hijos era más estricto, nos preocupábamos de averiguar en donde se encontraban, que hacían, con quienes se llevaban y siempre tratando de inculcarles muchos valores y principios de vida, para que supieran comportarse con honestidad y transparencia en el futuro. Creo que ahora el ritmo tan agitado de la vida, no permite que se tengan esos mismos cuidados y la liberalidad en los actos y acciones, ya no permiten, ni dejan posibilidad de esa aparente intromisión que teníamos en nuestros hijos. La rebeldía es tan notoria con ellos, que ya no se puede decir nada, nos tildan de anticuados. ¿Qué va a pasar en el futuro? Pues, no sabemos, ni advertimos las reales consecuencias.
Hernán Patricio Orcés Salvador