Penosa realidad de algunos profesionales
En los momentos actuales, estando a las puertas de una elección presidencial, es inevitable que nos veamos en la necesidad de escuchar y leer cada barbaridad.
Deberíamos, de haber políticos de altura intelectual suficiente, escuchar y leer propuestas de solución a los problemas que vivimos. En lugar de eso, nos vemos en la penosa necesidad de presenciar ataques irracionales, carentes de lógica elemental. Lo más penoso es que muchos de ellos provienen de “profesionales”, inclusive de algunos que han seguido doctorados o maestrías, y que se jactan de ello colocando en su identificación sus títulos y dónde los obtuvieron.
Veo las expresiones de un señor Víctor Hugo Erazo, o, de un señor Fausto Herrera, y, no se diga de un señor Mauro Andino Espinoza, sin quedarse atrás doña Alondra Santiago, cuyo contenido es exclusivamente denostar contra las actuaciones del actual gobierno sin realizar una sola propuesta que resuelva alguno de los problemas.
Si supieran que el hacer propuestas de solución los ubicaría en un nivel más aceptable políticamente, pero me temo que eso sería imposible de entender para ellos, acostumbrados a la pelea, a la discusión, creyendo que esa es el arma de política que más réditos da. Obviamente, están siguiendo el ejemplo de algún líder, que como una salida a algún complejo enraizado, utiliza la única arma que conoce: la confrontación.
Su sensibilidad social y política no ha alcanzado el nivel de la racionalidad, se quedó en la primitiva era de las cavernas, donde la agresividad primaria era un arma de supervivencia.
Es muy penoso, pues entiendo que algunos de los mencionados son profesionales, con postgrados y masterados a cuestas: ¿de qué les ha servido la universidad?
Un profesional como tal debe separar sus afinidades políticas o profesionales, para hacer del conocimiento la herramienta imparcial y racional. Esto es lo que se aprende en las universidades que privilegian el conocimiento, lo que obviamente desemboca en propuestas racionales. Cuando dejamos prevalecer en nuestro pensamiento, dogmatismo o afinidades personales o ideológicas por sobre el razonamiento y el conocimiento, dejamos de ser profesionales.
José M. Jalil Haas