La mediocridad como norma común
El Ecuador está viviendo el resultado de una serie de mediocridades que se impusieron como norma de convivencia: una Constitución mal concebida, un Código de la Democracia absolutamente para mediocres.
¿Quiénes hacen mediocridades? Sin duda alguna los mediocres.
Los mediocres son aquellas personas que carecen de criterio propio, que se contentan con ser meros mensajeros de criterios ajenos, y, que aún se jactan de hacerlo, como si eso fuera algún mérito. La vimos brillar en el debate, salvo algunas pocas excepciones, pronunciamientos limitados y mensajes repetitivos.
Los mediocres son el caldo de cultivo del fanatismo, es su tabla de salvación. Pero es también la herramienta del hundimiento de cualquier país.
El código de la democracia y la Constitución de nuestro país ha demostrado que fueron concebidas con la finalidad de promover la mediocridad: no es democracia el permitir que mediocres accedan al poder político.
Vemos con horror que asambleístas se empeñan en difundir absurdos, como por ejemplo el decir que el presidente Noboa no fue invitado a la posesión del señor Trump en Estados Unidos, a pesar de que todos lo vimos en el salón donde se realizó la posesión. Pero no, la mediocridad obliga a atacar de manera irracional, tratándole de colado. ¿Puede alguien, por muy presidente, que sea de cualquier país colarse en la posesión del presidente de uno de los países más poderosos del mundo?
Lo más grave es que dirigentes o líderes de partidos no sean lo suficientemente capaces de distinguir la mediocridad de sus coidearios, y promoverlos para que nuevamente ocupen un puesto en la asamblea. Esto los hace igual o peor de mediocres.
La lucha es contra la mediocridad, aquella que permite jactarse de ser economista o ingeniero eléctrico, cuando en la práctica no se hace evidente el conocimiento de esas profesiones.
Evitemos con nuestro voto que en la asamblea exista un bloque con un gran número de asambleístas, de los cuales no se pueda rescatar uno solo como medianamente racional. Tampoco permitamos que aquellos que necesitan del teleprompter o de gafas amañadas para ver o escuchar lo que tiene que decir lleguen al poder.
Quienes promueven mediocres son mediocres y no merecen nuestro respaldo.
José M. Jalil Haas