Dejar atrás el conservadurismo
Quizás la mayor urgencia para alinear a la nación ecuatoriana en objetivos y metas estratégicas sea razonar, para dejar atrás ese pensamiento conservador que aún prevalece en nuestra sociedad, aquel que “da preferencia a lo históricamente heredado en lugar de lo abstracto y lo ideal”. (S. Pérez, 2025). Ese pensamiento, que si bien es cierto aboga por valores de antaño, y que lamentablemente ya no más prevalecen, debe buscar ahora, en la urgencia histórica que vivimos, otros ‘ideales’. Ahora que se ha prefigurado, al fin, la presencia de solo dos partidos políticos, es quizás el mejor momento para organizarnos políticamente, y para dar un salto a nivel de conciencia, empezando por aquella generación de nuestros padres, nacidos en los 30 del siglo pasado, para entender que nuestro país no adelanta, que los niveles de pobreza no descienden, que la escolaridad no mejora, que los graduados universitarios de familias pobres no aumenta como debería, que las organizaciones no gubernamentales se multiplican para suplir, a falta de estado que invierta y cambie realidades. Que, como una de las más graves consecuencias, nuestra sociedad, que no rehabilita en las cárceles, es víctima de la inserción de aquellos jóvenes de barrios pobres del país al crimen organizado. Y una larga lista de causas justas, como aquella de dar seguridad y pagar la deuda a los afiliados y jubilados, otorgándoles la representatividad y capacidad de decisión que se requiere en el Consejo Directivo del IESS (H. Llanes, 2025). Se debe hacer un esfuerzo por concienciar y entender, que necesitamos dejar todo rastro de aporofobia -ese insólito ‘odio’ al pobre (A. Cortina), de racismo -que más parece, lamentablemente, (Davis y Gardner, 2022) un deliberado esfuerzo por absurdamente pretender diferenciarse según ‘castas’, algo que insólitamente aún se vive en nuestras ciudades. Baste ver, como un pequeño ejemplo, cómo, en una iglesia de barrio quiteño adinerado, más fácil entra un perro a posar sus huesos en la iglesia, que un pobre a escuchar el sermón, mucho menos recibir la comunión, triste realidad ante la cual un sensible y gran sacerdote (F. Román, 2025) reclamó: “la iglesia está llamada a salir al encuentro de los pobres”. Solo así podremos soñar en el ‘ideal’ de vivir en verdadera paz.
Diego Fabián Valdivieso Anda