La guerra entre Irán e Israel: un conflicto con repercusiones globales
El enfrentamiento entre Irán e Israel no es una guerra convencional, pero sà una confrontación sostenida y peligrosa que abarca ataques encubiertos, operaciones militares indirectas, sabotajes cibernéticos y choques a través de aliados regionales como Hezbollah en LÃbano o milicias en Siria. Ambos paÃses se consideran enemigos existenciales: Israel ve en Irán una amenaza por su programa nuclear y su respaldo a grupos armados, mientras que Irán considera a Israel un agresor ilegÃtimo en la región.
Aunque el conflicto se concentra en Medio Oriente, sus efectos alcanzan al resto del mundo, incluida Sudamérica. En esta región, la influencia de actores vinculados a Irán ha sido objeto de atención por parte de agencias de seguridad, especialmente por la presencia de redes de financiamiento y actividades clandestinas atribuidas a grupos como Hezbollah, en paÃses como Venezuela, Brasil y Argentina. El atentado contra la AMIA en Buenos Aires en 1994, aún sin esclarecer del todo, es un ejemplo del alcance del conflicto en territorio latinoamericano.
Además, cualquier escalada entre Irán e Israel podrÃa alterar los mercados energéticos globales, afectando directamente a las economÃas sudamericanas que dependen de la importación de petróleo o que comercian con paÃses involucrados en la región. La inestabilidad polÃtica y militar en Medio Oriente también redirige la atención y los recursos de las grandes potencias, lo que impacta indirectamente en la cooperación internacional con América Latina en temas como seguridad, inversión o cambio climático.
Sudamérica, aunque distante geográficamente, no es ajena a los ecos de esta confrontación. El conflicto subraya la necesidad de una diplomacia activa y de polÃticas de seguridad regional coordinadas, para prevenir que los efectos colaterales de guerras lejanas golpeen más cerca de lo que se cree.
Mateo EnrÃquez
Meditando: “Ser abogado en el Ecuador: entre la vocación y el abandono institucional”
Ejercer la abogacÃa en el Ecuador, se ha vuelto un acto de resistencia. Lo que deberÃa ser una profesión noble, orientada a la defensa de los derechos y a la búsqueda de justicia, se ha convertido muchas veces en una travesÃa frustrante, cargada de obstáculos, negligencia institucional y una alarmante falta de celeridad procesal. La Constitución ecuatoriana consagra, en el artÃculo 75, el derecho a una tutela judicial efectiva y el acceso a una justicia pronta. Pero en la práctica, esta garantÃa se queda en el papel. Los procesos judiciales se eternizan, los trámites se empantanan en la burocracia, y muchas veces los expedientes duermen el sueño de los justos en los escritorios de funcionarios que han olvidado que la justicia no puede esperar. Porque la justicia cuando llega tarde. ¡No es justicia..! Los abogados nos encontramos dÃa a dÃa con sistemas caÃdos, audiencias reprogramadas sin razón, notificaciones que no llegan, y lo más grave: decisiones judiciales que, lejos de respetar la ley, responden a presiones externas o intereses particulares. Se vilipendia la Constitución y la ley cuando se actúa con arbitrariedad, cuando se permite que la polÃtica o la corrupción contaminen las salas de justicia.
Mientras tanto, los ciudadanos pierden la fe en el sistema. Y es ahà donde el abogado se convierte no solo en defensor legal, sino en acompañante del desencanto, del dolor y de la impotencia de quienes claman por justicia y no la encuentran. Los abogados no pedimos privilegios. Pedimos respeto a la ley, funcionalidad en el sistema, independencia judicial y celeridad. Pedimos que ejercer el Derecho no sea una lucha contra la misma estructura que deberÃa garantizarlo. En medio de este panorama desalentador, seguimos firmes, porque creemos en la justicia, aunque duela buscarla. Porque somos, antes que nada, servidores de la verdad y la equidad. Pero también es hora de alzar la voz. Porque callar ante la decadencia del sistema judicial, es traicionar la esencia misma de nuestra profesión. Y el tiempo sigue su marcha..!
Elio Roberto Ortega Icaza