Silencio cómplice
He esperado con paciencia que ciertos “adalides” de la democracia, aquellos que alabaron de manera expresa las prácticas electorales de Venezuela, de Cuba, de Nicaragua, opinen sobre la realidad electoral que vive Venezuela: ¡debo reconocer que he esperado en vano!!
¿Qué se puede esperar de personas que han dedicado sus esfuerzos a defender el valor de la fidelidad ideológica por sobre el valor del ser humano? Aquellos que decían que el ser humano estaba por encima del capital, hoy, vergonzosamente, aceptan que esté bajo la voluntad de un tirano. No saben de seres humanos.
Aquí, en su tiempo, manipularon con peleles serviles, la voluntad popular, y llamaron triunfo de la democracia, allá, pretenden que se consolide lo mismo. Están agazapados, en silencio, esperando que se consolide un fraude, para salir a cantar loas a la “democracia”. No aceptan que los de su tendencia sean perdedores, tampoco aceptan que sean tramposos. A esto le llamo fidelidad dogmática.
Nada dicen de los atropellos contra la oposición, ataque vil a la democracia, ni de las artimañas burdas como la de colocar diez o trece veces la foto del candidato oficial en la papeleta electoral, nada dicen de los ataques y multas a los que alojan o les dan servicio de alimentación a los opositores fuertes, nada dicen de las amenazas de baños de sangre si gana la oposición, amedrentamiento claro al pueblo sensible por su ignorancia, y, aplauden, con su silencio, las bravuconadas de su afín ideológico.
Tampoco hablan del gran fracaso administrativo-económico de un régimen, que al igual que otros, se parapeta detrás del “bloqueo” para justificar sus errores, tal y como lo hace Cuba. Ya nadie les cree, pero esos áulicos ideológicos desdicen de su amor al pueblo, lo menosprecian, cuando desvergonzadamente justifican, con su silencio, las peores atrocidades en contra de la democracia.
Y con estos palmareses pretenden gobernar nuestro país. ¿Cómo puedes confiar en que sea demócrata aquel que silenciosamente permite atropellos contra la democracia?
Aquí, las huestes que se autodefinen de “progresistas” y de defensores del pueblo, ignoran, voluntariamente, la realidad del pueblo venezolano les importa un bledo, porque el mandatario es afín ideológicamente. Esta es una historia que se repite permanentemente cuando los “izquierdistas” se ven frente a realidades atroces: pasó cuando Stalin derramaba la sangre de sus campesinos y del pueblo ruso (más muertos que los que causó Hitler), cuando muchos “intelectuales” de izquierda lo justificaron, o aplaudieron con su silencio.
No caigamos en el engaño al que lleva las afinidades ideológicas: las barbaridades son eso, barbaridades, y hay que combatirlas si queremos ser solidarios con el pueblo, de cualquier país que sea.
Aquellos que son ciegos voluntarios frente a las atrocidades del poder, de cualquier signo que sea, no merecen la confianza del voto en un país que se jacte de ser democrático.
José M. Jalil Haas