Con mucha tristeza al pensar que un periódico tan respetable y querido se preste para publicar cartas injuriosas, me permito contestar por primera y última vez la “carta a la opinión pública” aparecida en ese periódico el día miércoles 20 de enero de 2016 y firmado por Simón Zavala Guzmán, donde me acusa de todo y continúa con su obsesión de mi falta de títulos académicos.
En homenaje a la amistad (al concepto de amistad que me enriquece) que mantuvimos durante cuarenta años hasta que alguna perversidad llegó a su corazón, debo decirle lo que he dicho siempre: es verdad, no tengo ningún título, a más del que me han dado los pueblos, como por ejemplo el Doctorado Honoris Causa en Letras, que me concedió la Universidad Ricardo Palma del Perú, la Medalla Gabriela Mistral concedida por el Gobierno Chileno, la medalla José Martí concedida por el Gobierno Cubano, firmada por Raúl Castro, El Diploma de Honor de los Ateneos de España, el Premio Casa de las Américas de Cuba, el Premio “Juan Rulfo” de Francia, el Premio Julio Cortázar de España, casi todos los premios literarios de Ecuador y muchas medallas y condecoraciones más que las he ido entregando a mis nietos para que jueguen; y para ello no he requerido ningún título, solamente el trabajo silencioso y sencillo de la escritura, el enfrentamiento diario con la reflexión y la vida, porque el título de escritor no lo da la academia sino la pasión y el talento.
Alguna vez el gran Borges decía que hay que tener cuidado de elegir a los enemigos porque uno termina pareciéndose a ellos, por eso yo no acepto su duelo de injurias, mejor me doy por muerto como dice la anécdota, porque penosamente siento además que los malos abogados siempre terminan perdiendo el juicio.