Una de las partes más sensibles de nuestro organismo es indiscutiblemente el corazón, y cuando la noticia médica se manifiesta parecería ser que “hasta aquí nos trajo el río” “ya no va más”. “Final del ciclo”. Bueno esto por dar un tono un poco humorístico, apreciación que no era igual antes del informe y peor de las operaciones.
La historia da inicio años atrás, entre turnos, citas y citas se llega a doctores que por su experiencia y conocimiento dan justamente en el punto clave, hay que hacer un cateterismo, fijada la fecha la hora y por su puesto el lugar.
Luego de un intento fallido, no hay primera sin segunda, y allá vamos ahora a la ablación quirúrgica, igual: fecha, hora y todo listo, más de cuatro horas de intervención, pero de resultados positivos.
Subir al 2° piso, Cardiología cama D N°5 y tener la atención de estudiantes de enfermería de la PUCE de la UC., médicos internos, rotativos y de planta que brindaban seguridad.
Luego de la operación parecería merecer un buen descanso, sin embargo no fue así, junto a mi cama estaba “Don Jorge” un señor de 62 años de edad con problemas cardíacos, insuficiencia renal y diabetes. La noche se tornaba larga con todos los aparatos que le subieron al piso ya que en emergencia no había cama para tanto enfermo.
El señor sufrió dos paros cardíacos uno de 8 minutos y otro, más de 3, lo increíble era la dedicación y esfuerzo que pusieron todos en ese momento. Nunca se dieron por vencidos y lo reanimaron, claro que esa noche la pase sin pegar un ojo, pero bueno, lo interesante era mirar el esfuerzo y la entrega de este grupo de profesionales y Pasantes.
Mi agradecimiento a los doctores José Laso y Rita Ibarra por la operación y al Hospital Carlos Andrade Marín por su atención, claro que todavía hay algunos que dificultan los trámites, pero con la Gracia de Dios, son pocos.