1. El Dr. J. Villalba estudioso de 50 años de la época Floreana y Progresista personalmente seleccionó y señaló para mi artículos de los más reconocidos historiadores: D. Robalino Dávila, J. Le Gouhir, G. Cevallos-García, para hacerme conocer por ejemplo de todo el prestigio que llevó al Ecuador, a elegir a Plácido Caamaño por dos ocasiones (lo convocaron desde el Perú la primera vez) a la Primera magistratura. Así como el desafortunado capítulo del Esmeralda en 1894, en que “la primera propuesta le llegó a Caamaño, gran amigo de Chile, desde su Consulado en Washington, de modo que el no pudo rechazarla, pues vino de una nación a la que el Ecuador le debía muchos y muy inmediatos favores” (Cevallos G.).
Fue un riesgo indebido, peligroso, apresurado por la guerra ya declarada, una equivocación de buena fe por un hombre de buena fe y esta vez, al amigo equivocado, quien cobardemente decidió escudarse tras el pabellón ecuatoriano en la travesía a Yokohama “lo que causó la sorpresa del cónsul ecuatoriano Noguera y de cuantos sabían. Tal viaje fue denunciado por la oposición política, como un delito cometido contra la soberanía ecuatoriana, no por la Armada y gobiernos chilenos sino por el Gobierno del Ecuador, al que se le acuso de anti-patrio, peculado, contrabando, traición y más delitos, según el grado y nivel de las mentes opositoras (Cevallos G). Ante el escándalo producido, Caamaño admitió su nivel de responsabilidad, asumió sus consecuencias y “demostró que ni personal ni oficialmente había peculado alguno de por medio. Pero la oposición, fusión de extrema derecha y extrema liberal, extrajo del hecho convenientemente abultado y deformado, el argumento para arruinar el gobierno honrado de Cordero. Todo subió de tono hasta el punto que nadie quisiera escuchar una explicación y menos si era del gobierno, con documentos que lo ofrecía. No se trataba de la verdad, de la sensatez o respeto que merece una prueba esgrimida con honestidad. Se trataba únicamente, de derrocar al gobierno” (Cevallos García).
2. Me entero también que 10 años antes el gobierno de Caamaño se dio la desastrosa derrota naval de los provocadores anti-gobiernistas en Jaramijó, su ignominiosa fuga y auto-infligida humillación que se hizo venganza interminable: la leyenda negra antifloreana iniciada, increíblemente, por medio de hojas volantes anónimas, que más de un siglo después sigue asperjeando podredumbre, por delito de consanguinidad o afinidad, ignorando méritos, victorias en batallas o mesa de negociaciones, inflando errores, repitiendo falsas y graves calumnias, ignorando pruebas de lo contrario. Así lo ha detectado y denunciado Darío Lara desde París, Dr. Cevallos, y el brillante general Gándara.
Y, en lo tocante al casi impecable Antonio Flores, calificado por conocedores como V. Serrano y Jijón y Caamaño, J. Salvador L., y aun ¡increíble! a A.F. Rojas, como uno de los mejores presidentes que ha tenido el país, ni él se libra. El general Gándara deplora que en una análisis más bien positivo de Díaz Canseco sobre su gobierno, lamentase la ausencia de reformas significativas, ignorando misteriosamente la larga y ardua labor incluso a nivel internacional que alcanzara la reforma de “sustitución del diezmo”, primera reforma eficaz que se hiciera aquí en beneficio de la oprimida raza indígena y concluyera diciendo que los privilegios siguieron intactos. “Esto simplemente no obedece a la verdad” (M. Gándara).
3. ¿Por qué la Asamblea Constituyente 1883 sorprende a Caamaño retirado en Lima “cumplidas sus obligaciones impuestas por su patriotismo, con el nombramiento recaído en su persona para la presidencia interina del Ecuador, elección que luego se afianzó el 7 de febrero como definitivo y constitucional? “Su personalidad, libre de compromisos y llena de merecimientos, reunió un gran número de votos, sin que pudiera alegarse motivo para cambiar la opinión de la misma. Ya habría regresado antes para enfrentar al dictador y desde sus inicios, su administración se volvió conciliadora, con gran auge educativo aun en Galápagos, con mucha atención a obras públicas, especialmente viales, busco la orientación para la hacienda pública, desequilibrada por largos meses de guerra civil, comunicó a las 14 provincias mediante el telégrafo y el teléfono. Estimuló la creación de 26 periódicos (perteneció a 12 academias sabias de América y Europa), se reestableció la Universidad de Quito, se fundó el Instituto de ciencias, se incrementó la biblioteca nacional, el jardín botánico, la escuela de agronomía y el observatorio astronómico, se organizó los archivos legislativo y municipal.
Ya antes habría tenido una abnegada y generosa conducta en su atinada cooperación con el ejército restaurador, su denuedo en la batalla de Guayaquil, su influencia para armar la segunda expedición del sur, su particular ayuda que prestó a Alfaro en la línea del Estero, su certera y firme actuación en la misión delicada del Pentavirato.
La tragedia durante la presidencia fue la del civilista condenado a hacer papel militarista y emplear la ley regresiva militar. Personalmente sufrió dos atentados.
La administración de Caamaño, a los ojos de la crítica juiciosa e imparcial liberal o conservadora, figura entre las más republicanas de nuestra historia, correcta, benéfica a todas luces y en alto grado progresista, efecto del alma equilibrada que la presidía.
La posteridad, acallada la grita violenta de sus injustos detractores, colocará a Caamaño como Gobernante junto a G. Moreno, cuyo sucesor en más de un aspecto puede reputarse. Al resignar el mando supremo el 30 de junio de 1888, en presencia del Congreso, se dio a sí mismo el siguiente testimonio: estas insignias no han sido manchadas por indignos procederes y habiendo conseguido salvarlas de la furia revolucionaria, me desprendo de ellas tranquilamente, deseando que sean símbolo de paz, gloria y progreso para esta patria querida a la cual he servido como ciudadano desinteresado y leal en la medida de mis fuerzas. Acreditan sus palabras la inmediata ovación que recibió del Congreso, y del pueblo que entre vítores lo acompañó a su domicilio” (J. Le Gouhir).
Con tales pruebas de lealtad y sacrificio, aportando en aras de la restauración nacional gran parte de sus bienes, resulta absurdo aceptar que arriesgara semejante legado por 200 y pico libras esterlinas. Y, como ninguna corte judicial jamás lo ha declarado culpable, asiste a su incomprendida mas muy digna memoria, el derecho democrático de presunción de inocencia, (y a mí el, derecho de réplica).
Así mismo recuerdo que años anteriores también se lo tildó a Caamaño de “perseguidor de periodistas” en un artículo de historia en su diario. Más recientemente, el día del periodismo y en edición especial se incluyó a P. Caamaño y Antonio Flores como dos de los 5 mejores presidentes por el respeto y apertura hacia la prensa. ¿En qué quedamos?