Soy un joven de 15 años, estudiante de un colegio de la capital. Me atrevo a calificar como “desorden juvenil” los hechos ocurridos el viernes pasado en el parque La Alameda. Es verdad que como jóvenes se pueden realizar actos que nos permitan tener diversión. Pero como juventud también puedo decir que si bien es cierto debemos divertirnos, pero sin causar daño a los demás, y peor aún a los bienes que pertenecen a todos los ecuatorianos.
Tuve la oportunidad de mirar como un juego de carnaval se convirtió en pelea, en actos de vandalismo, en desórdenes, en pérdidas materiales, en violencia juvenil, que tuvo que actuar la Policía Nacional. Desde cualquier punto de vista no se miró el disfrute del juego de carnaval; al contrario, lo que se miró es una gran violencia por parte de los jóvenes protagonistas.
Como joven capitalino, hago un llamado de atención a esos padres, maestros, quienes están a cargo de la educación de aquellos jóvenes, a los que no podemos acusar de vándalos. Más bien se trata de una juventud abandonada y desorientada.
No sé cómo arreglar esto, pero estoy seguro que algo hay que hacer. Este desorden juvenil se desparramará en un campo fértil si no se pone límite con una enérgica política social que salga desde las más altas autoridades.