Las naciones, los pueblos, las sociedades se organizan, se ordenan, pasan de una estructura inferior a otra superior, se constituyen en Estados que cambian en la búsqueda permanente de superación.
Esta evolución se realiza según el aporte de sus habitantes quienes son la única fuente de recursos humanos. Si este aporte es positivo hay progreso y desarrollo, mejoran las condiciones de vida, se incrementa la oferta de trabajo, se siente bonaza económica. El adelanto material es tangible, favorece la producción de bienes y la satisfacción de necesidades. La moral y la ética garantizan paz y seguridad, respeto a la ley y cumplimiento de las obligaciones cívicas. Si no hay aporte o éste es negativo la sociedad se estanca, no avanza. Son las naciones subdesarrolladas.
Este somero análisis lleva a considerar la obligatoriedad de disponer de profesionales completamente preparados y bien versados en los campos del conocimiento, verticales en la práctica de virtudes y valores; en resumen, buenas personas.
En nuestro país la brecha entre recursos humanos y desarrollo va separándose cada vez más y más. Esta es la explicación de la crisis moral y material, del aumento de la pobreza y de la violencia.
Una sociedad que mira atónita la transformación del comportamiento ante tantos escándalos como producto de la sed incontenible de riqueza, del desmesurado culto al dios dinero, de la excesiva ambición de poder y figuración, de los horribles e injustos fallos judiciales, de la criminalidad. Esta es la causa de la decadencia del civismo, de la honradez, de la sumisión a la demagogia, a lo intrascendente.
Es urgente la reacción patriótica para detener con mano firme y con acciones ciertas y aún duras el caos que invade todos los estamentos de la patria.