El Ecuador no merece una campaña tan pobre como la actual. El país ha mejorado en varios aspectos; el nivel de preparación de sus ciudadanos es más alto, pues muchos ecuatorianos ostentan al momento títulos de nivel superior, inclusive algunos obtenidos en el exterior. Nadie se contenta con ser bachiller, como lo fue hace algunos años atrás y aún los campesinos sueñan con que sus hijos vayan a la universidad. Pero pese a todo este desarrollo masivo, las propuestas políticas de los diferentes candidatos siguen siendo pobres, no entusiasman, no despiertan interés, a tal punto que hasta los resultados son, supuestamente, ya conocidos.
Algo más grave, divididas las provincias de Pichincha, Guayas y Manabí en distritos electorales y escogidos los diferentes candidatos que representarían a cada uno de ellos, es admirable que sus propuestas nada tengan que ver con el sector al que representarían enla Asamblea Nacional.Igual sucede con los candidatos al Parlamento Latinoamericano, pues este no legisla, ni tiene poder coercitivo para poder obligar a los países miembros a que cumplan sus resoluciones.
En lo que respecta a la campaña presidencial, lo “destacable”, si así puede llamarse, es la descortesía, el descomedimiento, el ataque mordaz al adversario, su ridiculización y destacar los errores del otro a falta de méritos propios.