La adopción es la solución al conflicto social ocasionado porque el niño ha quedado huérfano de los dos padres y no se puede determinar quiénes son sus parientes hasta tercer grado de consanguinidad, o porque el padre o la madre están privados de la patria potestad, pero también porque madres deshumanizadas abandonan clandestinamente al fruto de sus entrañas. La adopción se debería dar máximo en un año, para que los niños tengan un hogar desde muy pequeños. Este proceso ha generado situaciones positivas, cuando el huérfano acepta a sus padres adoptivos y negativas cuando al descubrir la verdad rechaza el amor sincero de quienes sin tener ninguna responsabilidad genética ni moral les han criado y muchas de las veces les pagan con grave ingratitud. En base a muchos testimonios, me atrevo a dar un consejo a quienes estén en esta situación, no se desesperen por buscar su verdadera identidad porque de los casos que conozco han manifestado que es más doloroso saber las causas del abandono de la boca de esos monstruos que dicen ser los padres biológicos…“padres no son los que traen al mundo, sino los que crían”, tampoco se puede borrar la mala acción con besos, abrazos, lágrimas y regalos que se los hubo de dar en los tiernos años. El final feliz sólo se ve en las novelas de Corín Tellado o en los reality shows de TV… no… no es verdad “que la sangre chuta” (la sangre sigue); el amor, el respeto, la gratitud se gana a pulso, por eso sean felices co n sus padres adoptivos, siéntanse bendecidos porque son “hijos nacidos del corazón”, así lo expresó una madre adoptiva que fue entrevistada por EL COMERCIO, recuerden que “el que nació triste ni de borracho es alegre”, sin embargo “El que sabe amar es feliz”.