Todos los seres humanos cumplimos una misión en el tiempo así como las instituciones cumplen una misión de servicio en la sociedad para justificar su razón de ser y su existencia. Una auténtica filosofía de servicio requiere de acciones específicas, sensatez y mucho equilibrio emocional, volverse generoso con lo que no nos pertenece no solo que se llama audacia sino despilfarro, derroche, malversación o barrumbada. Un modelo de desarrollo humano y no político tiene dos ejes fundamentales, uno material que es el ir y venir actuando y buscando resultados y otro eje vertical que se llama brújula, la que nos indica hacia dónde nos dirigimos con nuestras capacidades, virtudes, valores y nuestra manera de pensar. Este modelo que es aplicable para sistemas grandes y pequeños, tan grandes como una nación y tan pequeños como una microempresa, y por supuesto para nuestra vida individual no lleva carga clientelar ni populista. Si sólo tomamos en cuenta el actuar para alcanzar beneficios inmediatos y electorales se corre el riesgo de perderse en lo urgente sin tomar en cuenta lo importante. ¿De qué sirve una administración simplista en las instituciones gubernamentales o empresariales si no se cambia la actitud de las personas para que sean productivas y no recolectoras de bonos o dádivas? En tiempos de campaña se confunden acciones.