El otro día me fui con mi hija al Centro de nuestra bella capital. Entramos a la iglesia, obvio, rezamos un momento y hasta pidiéndole al Señor que nos proteja aun estando adentro. Íbamos de salida cuando vemos a dos gringuitas mayores turistas bien equipadas con cámaras, mochila, que entraban a admirar la belleza que encierra este sitio, cuando de pronto un señor alto moreno, no mal vestido les llama la atención y les dice que tienen que ir un momento para un sitio que el les indicaba, este sitio era entrando a mano derecha de la iglesia en una esquina oscura, perfecto para el audaz robo.
Ellas con total ingenuidad y yo pensando que talvez era un guía o un acompañante no me sorprendí mucho pero sí me extrañé de pensar que iban a comenzar el recorrido por un costado de la iglesia, más al seguir saliendo, veo con asombro que les despojaban de todas sus pertenencias hasta de sus buenas chompas y salieron presurosos estos dos tipos con el botín en la mano, yo no atiné qué hacer, gritar quizá me disparan pensé, pero todo era en segundos y de pronto me vi afuera de la iglesia con estas dos pobres turistas que clamaban por la Policía y esta no aparecía por ningún lado.
La gente como siempre, no vio nada, nada saben y solo dijeron que son unos peruanos. Temblando del miedo regresamos casi corriendo al parqueadero, pero sí pensando que es el colmo que no haya protección en estos sitios estratégicos, y pienso que las iglesias deberían tener guardia privada, ya no se puede vivir así.
Mi hija dijo que no volverá más, pero yo aunque puesta más las pilas sí volveré porque me encanta en centro de Quito.