Cuando niño escuchaba que para el trazado de una vía se contrataba un burrito que les guiara para facilitar su diseño. Más tarde comprendí que fue solamente una fábula de los abuelitos, pero hace días comprobé que esta práctica era una realidad, al realizar un viaje Quito-Ambato. El recorrido fue agradable hasta Latacunga; aquí, sorpresivamente, el conductor giró hacia la derecha y tomó una senda angosta y pedregosa que duró unos 20 minutos. Si continuábamos por la vía normal, nos habría tomado solo unos tres minutos.
Dado que el recorrido fue tan largo, pensé que el animalito debió tener algún motivo poderoso para cometer tremendo desacierto, pero con extrañeza confirmé que no existía ningún argumento valedero que justifique este desatino. Sería prudente que los responsables de este ultraje emitieran algún manifiesto de relevancia para desagraviar a los usuarios de ciertos transportes, caso contrario, pensaríamos que todavía se mantienen estas ancestrales prácticas.