En el agudo comentario titulado “Entre el humor y la intolerancia” (EL COMERCIO 10/02/2014), el columnista Miguel Rivadeneira, de entrada manifiesta que ni los chistes ni el humor se salvan de la persecución, a menos que provengan de la burla del poder.
En realidad son 91 los términos que conté, desde “canallas, imbéciles y termina en sicarios de tinta, prensa corrupta, etc.”, luego de lo cual pensé de golpe en la paz social. Pues al igual que el agujero del ozono descubierto hace algunos años en la Antártida, que amenaza privar a la Tierra de su escudo protector contra los mortales rayos ultravioletas, así cualquier fisura por pequeña que sea, puede precipitar el resquebrajamiento total de nuestro sistema democrático. Hasta que los científicos agoten esfuerzos por detener la misteriosa destrucción de ese maravilloso gas incoloro ubicado en la capa superior de la atmósfera, cuya desaparición afectaría la vida humana. Lo menos que deberíamos hacer es precautelar nuestra paz social, la libertad de opinión y el sistema democrático.