Gonzalo Maldonado Albán en su columna inquiere sobre qué hizo el Papa en Cuba. Benedicto XVI lo expresó claramente: venía como peregrino de la esperanza y pastor universal de la Iglesia a visitar a sus fieles y acompañarle en sus celebraciones a la Virgen de la Caridad del Cobre.
Vino a animarlos en su fe en medio de las condiciones adversas que la practican. Además no escatimó la ocasión para decir algunas verdades que entrañan aspiraciones de todo ser humano a una convivencia libre y pacífica que favorece a todos. Como hombre público las actuaciones del Pontífice están sujetas a comentarios.
Pero lo inaceptable es el párrafo final del escrito, en el que sostiene la existencia de parecidos entre el castrismo y el pontificado romano porque “ambos son regímenes escleróticos, caducos, dogmáticos, intolerantes, alérgicos al cambio y de espaldas a los intereses y preocupaciones de la gente común”.
No sé de qué manera se encuentran afinidades entre el catolicismo y una doctrina que sostiene que “La religión es el opio del pueblo”. ¿Caduco el catolicismo, tras 2000 años de vitalidad animando a un cuarto de la población mundial?