Revisando papeles, di con uno que había publicado Diario EL COMERCIO con fecha 30 de noviembre de 1952 sobre el nombramiento del primer Cardenal Ecuatoriano.
He aquí el resumen: “El Sumo Pontífice, Pío XII, nombró Cardenal al Arzobispo de Quito, Dr. Carlos María de la Torre. Al respecto, el ungido quien es el primer prelado ecuatoriano que ha sido investido con la púrpura cardenalicia, expresó: “Su Santidad ha demostrado gran amor a nuestra patria; no otra cosa revela este nombramiento”. La noticia cablegráfica apareció, al medio día, en el vespertino Últimas Noticias. La United Press daba cuenta de que el Arzobispo de Quito había sido designado Cardenal, con lo que por primera vez en nuestro país se nombra con la púrpura sagrada. Es un quiteño de setenta años el primero que alcanza este honor……… el importante suceso causó gran conmoción en el pueblo que, además de ser mayoritariamente católico, lo apreció como una distinción y honor a nuestra patria.Luego encontramos que los directivos del periódico acudieron a felicitar al elegido. “Nos recibió, con suma amabilidad en su despacho.
Ustedes son muy bondadosos: y, por cierto su Santidad ha demostrado su amor a nuestra patria. A la pregunta: ¿Cuándo usted supo oficialmente este nombramiento?
“Esta mañana, pocos minutos antes de la llamada de ustedes el Sr. Nuncio Apostólico tuvo la fineza de visitarme portando oficialmente la noticia. Con anticipación ya recibí por cable la comunicación del entonces Cardenal Montini, (futuro Paulo VI) en la que se comunicaba desde el Vaticano el honroso contenido. También el Dr. Ruperto Alarcón ha tenido la bondad de enviarme una nota cablegráfica con esta buena nueva”. (Hasta aquí, EL COMERCIO)
El espacio no nos permite extendernos en la labor apostólica del ilustre purpurado realizada como Obispo en Loja, Guayaquil y Riobamba. Y por supuesto, en el Arzobispado de Quito, en los diversos campos: religiosos, culturales y misioneros. Recuérdese que fue el fundador de la Universidad Católica de Quito, y planteles educativos ostentaron su nombre.
Entregó su alma al Creador el 31 de julio de 1968, a los noventa y cinco años de edad, setenta y dos de sacerdocio, cincuenta y seis de episcopado y luego de ejercer treinta y cuatro años el cargo de Arzobispo de Quito. El eco de su voz no se ha apagado con el tiempo.