En los últimos años es evidente que el tamaño del Estado se ha multiplicado de manera exponencial y con ello la injerencia en la vida diaria de los ciudadanos, cierto es que en mucho se ha modernizado el aparato burocrático pero asimismo su crecimiento brutal ha ocasionado que el ciudadano común haya visto cómo su vida es sujeto de todo tipo de regulación, interferencia, intromisión y control por parte de entes burocráticos y sus empleados.
Es tal el tamaño del Estado que los burócratas se pisan unos a otros en muchas dependencias y su falta de trabajo les hace maquinar nuevas regulaciones e ideas que “crean” trabajo de manera artificial, sea por vía de regulaciones, formularios, requisitos y demás, es decir la burocracia genera más y más burocracia, esto lo sentimos y sufrimos todos desde el más humilde hasta el más encumbrado ciudadano que tenemos que perder tiempo en trámites, colas y pérdidas de tiempo valioso.
Se logra con ello que el Estado se centralice cada vez más y las iniciativas personales o locales sean desplazadas por un aparato burocrático excesivo, muchas veces abusivo y en ocasiones inútiles. Basta ya de tanta regulación, de tanta interferencia y de tanta tramitologáa para satisfacer muchas veces intereses burocráticos. No es mejor el Estado más grande sino el más eficiente. Es hora de decir ¡basta!