Jiddu Krishnamurti, el más grande asceta y maestro de la filosofía aplicada del siglo XX, a quien desde los diez años de edad le prepararon los teósofos para ser el Líder del Nuevo orden mundial, colocando a su disposición millones de dólares que los rechazó en la ceremonia de consagración de liderazgo que la ¡frustró!
Invitado por Naciones Unidas para celebrar el 40 aniversario de Paz en el Mundo, expresó su extrañeza de cómo países que fabrican y venden armamento podían acudir a encomiar tal hecho. “Estamos ante un mundo cínico en el que se ha perdido la compasión, en el que no cuenta el dolor de la humanidad; cada uno de nosotros somos el resto de la humanidad. También los extremistas religiosos son los culpables de la mortandad y persecuciones de millones de seres humanos. ¿Por qué no puede el hombre vivir en paz? preguntó, para de inmediato responderse, porque no termina el conflicto interior, para transformarse así mismos en seres civilizados por medio de una revolución psicológica”.
Hoy en Afganistán sufren seres indefensos, víctimas de guerras que no las han provocado y especialmente las mujeres torturadas física y psicológicamente por prácticas aberrantes de religiones decadentes. El mundo está a la espera de los resultados de la reunión del Director de la CIA, enviado del Presidente de Estados Unidos de América, con el Jefe talibán para que se amplíe el plazo para la salida de afganos y tratos más flexibles para quienes colaboraron con los países de la coalición, así como la protección a las mujeres. Este fatídico momento que vive Afganistán nos debe llevar a reflexionar cuánto vale la libertad, y concomitantemente saber preservarla desde el espacio de acción de cada uno.
El Gobierno, a cumplir con las promesas de campaña, y no olvidar que en la segunda vuelta obtuvo mayoría en la votación, no por empatía a sus propuestas, sino por rechazo a las de su contrincante.