Los medios de comunicación nos traen y muestran casi a diario las tristes escenas de usuarios y pacientes de los hospitales y centros de atención de la salud, pues pese a las emergencias y al considerable aumento del presupuesto del MSP acusan deficiencias que debían ser superadas y prodigar un servicio digno al ser humano que llega a estos lugares en busca de ayuda para paliar o curar su maltrecha salud.
El Estado tiene el deber ineludible de prestar una óptima atención y la población aprovechar su pleno derecho a gozar de una salud física, mental y social. Ni en el siglo pasado, donde el sector tenía pocos ingresos y bajo presupuesto se daban estos problemas, ahora con la gratuidad de estas prestaciones y el aumento considerable de usuarios, la situación se ha complicado, en las grandes ciudades los servicios hospitalarios han colapsado.
La razón, puede explicarse en la falta de una planificación moderna y acorde con las tendencias epidemiológicas de muchas enfermedades, la poca o ninguna aplicación de la atención primaria de la salud que debe ser absorbida por los centros y subcentros de salud y evitar la creciente demanda en la consulta externa de los hospitales que deben atender casos más graves y urgentes.
También el hecho de la utilización de recursos modernos y tecnológicos sin tener profesionales entrenados para dicho efecto, las deficiencias en las salas y quirófanos que no se sujetan a las condiciones más estrictas de higiene y asepsia (muertes de neonatos), se nota cierto despilfarro en la adquisición de ambulancias y hospitales móviles que no van a solucionar los problemas cotidianos de los enfermos.
Hace falta una sólida política sanitaria y un sistema nacional de salud que sea consensuado con la ciudadanía, gremios médicos y los poderes públicos estatales, por eso nos preguntamos ¿adónde va la salud ?