Acariciando el terciopelo

Poco se ha dicho del gran político y escritor checo Vaclav Havel, fallecido hace pocos días. Comencemos por reconocer que fue él quien acuñó el término "Absurdistán" para referirse a la locura marxista que invadía a la ex Checoslovaquia, de la que llegó a ser presidente para luego ver su división en dos naciones: checa y eslovaca.
Vaclav fue un inspirado luchador de la libertad, un maestro de la técnica del ‘samizdat’ capaz de filtrar la más hermética propaganda totalitaria en las formas más creativas e inesperadas. Havel, por ejemplo, llegó a convertir un concierto de rock, como el de Frank Zappa, en una masiva protesta, con lo cual las manifestaciones ya no pudieron ser prohibidas por la verdad oficial.
Convencido de la objeción de conciencia, como bien irrenunciable de la condición humana, pasó años en prisiones marxistas enviando sus bellísimas ‘Cartas a Olga’, su mujer y defensora, que hoy constituyen patrimonio del amor a la libertad tornado antídoto contra el odio y el engaño.
El comité del Nobel, sesgado en aquel tiempo por la moda izquierdista, negó el mayor galardón de la paz a quien tanto lo merecía, -como se lo negó a la actitud apolítica de Borges-.
Talvez la mayor hazaña de Vaclav como comunicador y político fue haber suavizado el duro hierro de los tanques soviéticos con el terciopelo de la paz, creando una de las revoluciones más inspiradoras en la historia de la humanidad.

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