La religión, como sistema político, sorprende por sus contradicciones y conflictos imaginados. El abrazo solidario de un hombre a una mujer (la madre de Hugo Chávez) dolida por la muerte de su hijo se ha convertido en una cadena de intrigas y acusaciones. Es una ironía que este abrazo, expresión del amor humano, represente un choque inevitable entre culturas separadas por la fe. Es una lección que nuestros políticos deben considerar sobre el futuro de relaciones con sociedades teocráticas inherentemente conflictivas. Las consecuencias políticas del abrazo, ejemplo patético de cómo la fe divide, muestra de que la tradición religiosa convierte las expresiones de compasión en pecado y castigo.