Por fin el ciudadano común tiene al menos la esperanza de que la justicia va a mejorar con el nombramiento de la nueva Corte y su anuncio de un cambio en la cultura de impartirla, importantísimo primer paso.
Pero las dudas continúan en consideración a que podemos tener jueces sabios, justos, imparciales, preclaros; sin embargo, la clase abogadil es de una mediocridad espantosa y el ciudadano corriente acude a ella a entablar demandas o defenderse de infamias, cayendo por lo general en manos de inescrupulosos que ya le condenan de antemano a pagos y gastos excesivos sin capacidad de reclamo posterior alguno; y en el caso que se pierda el juicio, recibe como excusa común: “ le pagaron al juez”, “yo no le puedo garantizar que va a ganar”, etc.
Para que la reforma a la justicia sea completa se deben elevar las exigencias a los abogados; que el Colegio de Abogados no solo esté preocupado del gremio y sus derechos sino también de sus responsabilidades. Que el libre ejercicio no sea un libertinaje; que la mala práctica profesional sea castigada pecuniariamente y con suspensiones de licencia; que se conforme un tribunal que tenga tres representantes: de los jueces, de los abogados y de los clientes. Que sea este tribunal el que haga conocer al demandante o demandado de los equívocos, ya que muchos juicios se pierden, aún teniendo la razón, por procedimientos, términos ,etapas, o evacuaciones de diligencias no practicadas.
Se necesita un tribunal que nos proteja de los malos abogados.