En las diferentes etapas de la vida pasamos por experiencias positivas o negativas. Las aprovechamos para hacer de nuestra existencia una vida llevadera y honesta. Creo habrán muchos que han tendido un desliz de juventud que estuvo reñido con las normas de la ética y la sociedad; y si esas personas erraron, hemos sabido que se arrepienten inmediatamente después de lo actuado, y enfrentando las consecuencias, aplican hombría de bien, aceptan el error, se disculpan y no vuelven a cometer actos dolosos. Pero no basamos nuestra vida futura en los cimientos negativos; es como querer construir una casa y planificar el techo en el subsuelo.
En el caso del sujeto que estuvo a cargo del Banco Central, y muchas cosas más, su existencia, desde estudiante hasta ejercer cargos públicos, se basó en una monumental mentira. Dos semestres en la PUCE y se salta a Centroamérica para seguir una maestría sin bases verídicas.
Supongo que nuestro Presidente le cree a su primo y le pone a la cabeza de la delicada función en el Banco Central del Ecuador. Ese sujeto, que confunde hombría de bien con desfachatez de falsedad, tiene la audacia de pedir perdón, al cabo de más de 20 años, incluyendo en eso a su familia. Pero se ha dado el lujo de recibir remuneraciones del pueblo ecuatoriano, financiar casas en Ecuador y Miami, y cuando no puede tapar más su mentira, tiene la osadía de renunciar y correr. Ante aceptación de culpa, relevo de prueba señor Fiscal General. A pesar de cadenas sabatinas, quizá exista aún justicia en el Ecuador, y se instaure uno o más juicios que hubiere menester a ese sujeto que tanto desprestigio ha traído a nuestro país.