Los santiagueños residentes en Santiago y los de la diáspora, nos congratulamos al festejar los 180 años de la parroquialización de nuestra tierra natal y nos sentimos orgullosos de pertenecer a este maravilloso pueblo de Santiago.
Santiago originariamente fue lugar de descanso como tambo, para los viajeros que, atravesando los Andes, se dirigían a la costa y viceversa, pasando por el temido Puyal, que constituye una cresta andina de casi cinco mil metros de altura y donde algunos rindieron culto a la muerte, por no resistir los helados climas y el frío intenso.
Poco a poco fue creciendo hasta llegar a ser un anejo de San Lorenzo; pero llega un momento en la vida de los pueblos en que su desarrollo físico, geopolítico, cultural, social y sobre todo intelectual, hace que sus hijos visionarios de un futuro mejor, comiencen a pensar en la superioridad de sus actuaciones y que ha llegado el momento de valerse por sí mismos, gracias a su trabajo inteligente, esforzado y constante.
Así se inician en Santiago las inquietudes por ser una parroquia independiente de San Lorenzo, tanto en el aspecto civil como eclesiástico, conscientes de que un pueblo no solo es un laberinto de calles, plazas y edificios, sino un mosaico de pasiones, emociones, sentimientos y deseos de superación constante.
Patriotas de la talla de José María, Cosme y Santiago Lucio, Juan María Erazo, Francisco Núñez, Isidora Infante, Basilio Silva y su hija Teresa Silva Páez, fueron los principales promotores y líderes de los anhelos bien fundados de formar una parroquia altiva y soberana, que por sí misma, a través de sus hijos de sabia jerarquía y de sobrada intelectualidad, pudiera gobernarse sola y desarrollarse en todo sentido.