El muelle tiene múltiples usos: es un mirador, embarcadero y también balneario de los lugareños. Foto: Telmo Arévalo Cuesta
¿Le gustaría servirse un muy bien presentado encocado de conchas, unos suculentos langostinos al ajillo u otros platos elaborados con sabrosos mariscos? ¿Qué le parecería si todo esto estuviera disponible en un local con muy buena atención y con precios realmente convenientes?
Si la propuesta le resulta interesante, debo decirle que ese lugar y muchos otros similares están ubicados en una ciudad que forma parte de una de las provincias costeras con más ritmo, alegría y abrigada temperatura como es Esmeraldas. Y sí, el turismo gastronómico puede ser el pretexto para conocer San Lorenzo, al norte de la ‘Provincia Verde’.
Esta ciudad, muy poco conocida y visitada, tenía un atraso importante en infraestructura hasta hace no mucho tiempo. No obstante, ha cambiado tanto que llama muchísimo la atención verla tan bonita, atractiva y apetecible para visitarla y hacer turismo.
Desde Quito a San Lorenzo, vía Ibarra, nos separa una distancia de más o menos 300 km o cuatro horas y media de viaje, todo por un camino asfaltado y bien señalizado, viajando sin ningún apuro y respetando los límites de velocidad.
Para ello, debemos tomar la Panamericana Norte o E35 y cruzar las ciudades de Cayambe, Otavalo, e Ibarra. Desde la ‘Ciudad Blanca’ continuamos 21,5 kilómetros más hacia el norte, por la misma carretera, hasta el desvío hacia la población de Salinas de Imbabura.
Allí debemos virar a la izquierda, casi en U, y por la carretera E10 seguir hacia las poblaciones de Lita y finalmente San Lorenzo.
Una segunda opción, un poco más larga, es llegar hasta Esmeraldas, vía Santo Domingo de los Tsáchilas, o por la vía Calacalí – La Independencia. Desde Esmeraldas seguimos hacia el norte por la carretera E10 y luego de cruzar pequeñas poblaciones y playas como Tachina, Camarones, Río Verde, Las Peñas y Borbón, llegamos hasta San Lorenzo.
Una vez allí, podemos disfrutar de una típica ciudad de la Costa ecuatoriana, donde el clima abrigado y la brisa marina son una constante durante nuestra estadía. Las calles están en buen estado y no como eran antes, cubiertas de tierra y lodo.
Modernas casas y edificios llaman la atención, así como hoteles y restaurantes de muy buen nivel. Un simpático malecón que da al brazo de mar que forma parte de la Reserva Ecológica Manglares Cayapas, y el muelle, donde los pescadores nativos se embarcan para realizar sus faenas diarias, son parte de los atractivos locales.
Como esta ciudad no tiene playa propia, se ofrece el servicio de canoas a motor para ir a las playas más cercanas, aunque el costo del servicio no es barato. Más fácil resulta recorrer en el vehículo unos cuantos kilómetros al sur, hacia Esmeraldas, donde varias hermosas playas, casi desconocidas, nos permitirán disfrutar del mar.
También se ofrecen tours para conocer varias cascadas, donde la comunión con la naturaleza en estado puro es impresionante.
Luego de todo este disfrute turístico y gastronómico, el retorno se hace largo. Quedan las ganas de volver a visitar esta ciudad, donde su gente nos recibirá siempre con los brazos abiertos.