Hay ocasiones en que los apasionados por los autos no escatimamos en el tiempo, el dinero o los esfuerzos que dedicamos a nuestros vehículos. Si alguien lo duda, puede preguntarle a un aficionado al tuning. Sin embargo, no hace falta ir tan lejos para encontrar casos que ejemplifiquen lo anterior.
Hace unos años estaba aquejado por una fuerte gripe y más de una persona me aconsejó que pidiera una cita médica. Al mismo tiempo, mi carro venía dando muestras de que necesitaba una visita urgente al taller. Como el dinero no me alcanzaba para ambas cosas, opté por lo segundo.
El razonamiento fue simple: “La gripe cumplirá su ciclo y se irá, pero el auto no se arregla solo”, me dije a mí mismo. Esa decisión generó opiniones divididas y me hizo blanco de cuestionamientos, pero afortunadamente las cosas sucedieron justo como esperaba.
Como no soy el único que ha hecho algo así, me interesó tratar el tema cuando Daniel Sánchez me llamó para contarme que, con base en varios estudios, había descubierto las razones que explican ese vínculo que une a los hombres con los autos, y que a muchas mujeres les cuesta entender y aceptar.
Daniel es Ingeniero Comercial y profesor en la Universidad Tecnológica Equinoccial. Cuando le encargaron la cátedra de Emprendimiento, hace dos años, decidió adentrarse en el estudio de la mente humana y los diferentes modelos de pensamiento para conocer dónde se genera la creatividad y cómo potenciarla en sus alumnos.
En sus investigaciones encontró el modelo desarrollado por el estadounidense Paul McLean, quien dividió el cerebro humano en tres capas: neocortex, que dota a las personas de la razón y el habla; cerebro mamífero o límbico, que alberga los sentimientos y las emociones; y cerebro reptiliano o primitivo, que guarda los códigos genéticos y controla los instintos.
Mediante determinadas técnicas aplicadas a estudios específicos, Sánchez asegura que se puede extraer códigos simbólicos individuales o colectivos que ayudan a explicar al cerebro lógico los por qué de los actos instintivos.
Así, según investigaciones orientadas a encontrar el origen de la estrecha relación entre los hombres y los autos, mediante un código genético albergado en el cerebro reptiliano el auto es para el hombre contemporáneo lo que un corcel era para un caballero medieval.
Esta teoría sugiere que, inconscientemente, muchos hombres vemos a nuestros autos como compañeros de aventuras, de batallas, de conquistas, etc. Según la marca y el modelo, incluso les asignamos un ‘pedigrí’ que nos identifica y distingue de los demás.
Daniel explica que esta relación no racionalizada hace que muchos hombres busquen un veterinario para su caballo, más que un mecánico para su auto. Que se procure un trato más personalizado, cuidadoso y consecuente con el vehículo al cual el cariño lo hace mucho más que un simple medio de transporte.
Aunque el estudio de los códigos simbólicos es muy reciente en nuestro medio y todavía encuentra oposición en el tipo de educación formal que recibimos, otras sociedades han sabido encontrarle múltiples utilidades y aplicaciones desde hace mucho tiempo.
Alrededor del mismo ejemplo del caballo, Ferrari construyó todo un imperio. Al adoptar el ‘cavallino rampante’ como isotipo del fabricante de muchos de los mejores autos deportivos del mundo, logró un posicionamiento tan fuerte que lo convirtió en la marca aspiracional por excelencia.
Sánchez asegura que en grupos de estudio llevados a cabo para constatar la fortaleza simbólica, la mayoría de personas recuerda y relaciona al caballo con Ferrari. No sucede lo mismo con el toro del logotipo de Lamborghini, pese a que produce autos tan buenos y atractivos como su rival de Maranello.
La explicación estaría en el hecho de que el caballo es un animal mucho más cercano al hombre por su utilidad y su fidelidad. Si a eso se suma la relación centenaria que está grabada en el cerebro reptiliano (incluso la mitilogía griega concebía al centauro como un ser mitad humano y mitad caballo), muchas dudas quedan despejadas.
Así como los hombres desarrollamos una relación especial con los autos, Daniel sostiene que las mujeres lo hacen con el calzado.
Las investigaciones le demuestran que ellas tienen grabado en el inconsciente un código de Cenicientas, según el cual el uso de un tipo de zapato guarda relación con los cambios hormonales que marcan su transición de niñas a mujeres. Así se explicaría el acto simbólico que se lleva a cabo en muchas fiestas de 15 años.
Daniel asegura que el estudio y extracción de los códigos simbólicos, según la escuela de pensamiento que se utilice, puede tener diferentes aplicaciones que incluyen el mejoramiento de las relaciones interpersonales, la orientación vocacional, la administración de recursos humanos y la publicidad, entre otras.
A partir de sus estudios, Daniel fundó la empresa Brain Solutions (www.brainsolutions.ec) para brindar asesoramiento y capacitación a quienes deseen conocer más sobre el tema.