Una postal del gélido paisaje del sur de América
Casi 15 meses después de haber abandonado el país con la intención de recorrer Sudamérica en moto, Juan Francisco Veintimilla volvió con su sueño de infancia cumplido y cargado de recuerdos e historias que el camino le regaló.
En noviembre del 2014 nos contó sobre su proyecto en estas páginas, hoy nos habla sobre los resultados obtenidos.
¿Quién creyó en ti en el inicio de esta aventura?
En el inicio recibí el apoyo inmediato de Motor1. Cuando escucharon sobre el proyecto me proporcionaron la moto (una Nazca 250) nueva y semiequipada. Además conseguí otros auspicios y, por supuesto, también conté con el apoyo de mi familia.
¿Qué carretera te mostró el paisaje más alucinante?
La carretera Austral, en el sur de Chile. Es una ruta de más de 1 000 km que pasa por los fiordos chilenos y va bordeando ríos de color turquesa, picos, nevados, glaciares, cascadas congeladas. El lago General Carrera y el Parque Nacional Chaltén, en Argentina, fueron los que más me sorprendieron.
¿Qué país fue el más hospitalario?, ¿en dónde sentiste más el calor de la gente?
Paraguay y en el norte de Perú.
¿En qué país sentiste más fuerte a la hermandad de la comunidad motociclística?
En Paraguay, pero también en Brasil sentí cómo mucha gente me escribía y me invitaba a sus casas. Salí mucho con ellos. En Brasil prácticamente no pagué hospedaje porque siempre estuve invitado. Te quieren llevar de un lugar a otro.
¿Qué descubriste en ti en este viaje?
Que no hay nada que no pueda hacer y que el dinero no es tan importante. A veces un par de galletas en medio de la nada saben más delicioso que cualquier plato en el mejor restaurante. Te das cuenta de que uno no está solo en el mundo. Me descubrí más fuerte de lo que pensaba que soy.
El recuerdo de la ciudad más austral del mundo
¿Algo te hizo dudar en continuar o te causó temor?
Nunca dudé, siempre quise seguir adelante. Pero tuve miedo de regresar y no volver a hacer algo como esto. Quiero seguir y llegar a dar la vuelta al mundo. Alguna vez estuve caminando por una favela en Brasil y no sentí miedo, pero sí tengo miedo de no hacer más viajes como este.
¿Qué experiencia única viviste durante la travesía?
En Chile, en medio de las montañas, me encontré con dos personas muy humildes que me invitaron a su hogar y me trataron como a un rey. Su casa era de unos cuatro metros cuadrados, sin luz ni agua y allí vivían varias personas.
Cuando salí de ahí, les conté mi experiencia a los miembros del club Rotarac de Chile y pude gestionar una ayuda para esa comunidad. Ser el vínculo para ayudar a esas personas fue algo que me llenó mucho y es una experiencia que brilla dentro del viaje.