Estudios sitúan la antigüedad de Caral en 4 300 años, cuando en
el resto de América el desarrollo urbano se dio 1 550 años después.
En días pasados les invité a conocer la Costa centro -norte de Perú y habíamos llegado hasta Huarmey. Después de disfrutar de sus atractivos, seguimos hacia el sur por la carretera Panamericana y, 83 kilómetros más adelante, avistamos a nuestra izquierda una imponente construcción de adobes, tan grande, que llama poderosamente la atención.
Se trata de la Fortaleza de Paramonga, muy próxima a la ciudad del mismo nombre. Ubicada en el valle del río Fortaleza, esta construcción milenaria de origen Chimú constituye una gran pirámide de cuatro plataformas de adobe superpuestas de forma pentagonal sobre una base muy sólida de rocas, cuyos muros rectos y muy altos presentan contrafuertes en sus esquinas.
La entrada principal la conforman pasadizos y rampas, y en la parte más alta están las edificaciones principales, con nichos en las paredes, donde existen restos de pintura de color blanco, ocre y rojo.
Desde la cima de esta Fortaleza, se admira un paisaje muy agradable, donde el verdor del valle circundante resalta sobre lo seco y árido del resto. También, sin mucho esfuerzo se logra ver en el horizonte, al lado occidental, el mar.
Un poco hacia el sur se observan otras construcciones de similares características, aunque de dimensiones menores, y en un estado de conservación inferior.
Si el día está nublado y sopla el viento desde la playa, el ambiente se vuelve sobrecogedor y melancólico; pero cuando cae de la tarde, el rojo sol del ocaso ilumina las paredes laterales de esta espléndida edificación.
Luego de disfrutar de esta maravilla arqueológica y, siguiendo con rumbo hacia Lima, en pocos minutos encontramos la ciudad de Pativilca, población en la que Simón Bolívar estableció un cuartel general en su campaña libertaria. En su honor existe una hermosa estatua de él montado sobre su caballo.
Más allá, a nuestra derecha está Barranca, simpática ciudad que nos ofrece playas como El Colorado, La Bandurria, Atarraya, Atarraya Sur y Puerto Supe, entre otras.
Pasando Supe, en la unión de la antigua Panamericana Norte con la nueva, un letrero azul recomienda virar a la izquierda para tomar un camino que conduce a las ruinas de la Ciudad Sagrada de Caral.
Considerada por la Unesco como la civilización más antigua de América, con más de 5 000 años de existencia, es contemporánea de otras como las de Mesopotamia, Egipto y China, entre otras.
Caral se destaca por sus construcciones de forma piramidal, sus plazas y su diseño complejo. Fue una comunidad con varios linajes, donde el ‘Curaca’ era la máxima autoridad. Tenían estrecha relación con los pueblos vecinos, con los que había intercambio comercial.
Para llegar al sitio, hay que cruzar el río Supe por un moderno puente peatonal desde donde se admiran paisajes únicos. Aunque el paseo fuera hasta ahí, todo lo viajado ya valdría la pena.
Luego de atravesar un sendero serpenteante y subir por un camino arenoso, de llega hasta un promontorio desde donde se observan las pirámides y construcciones que conforman la ciudad de Caral.
Hay que pagar por el acompañamiento de un guía, quien nos encamina entre los restos de las construcciones y nos relata todo lo relativo a esa grandiosa civilización.
Por lo desértico del clima, aparte de llevar buenas dosis de energía, ánimo y capacidad de asombro, vale ir equipados con una gorra o sombrero, gafas, protector solar, agua embotellada y una cámara de fotos con una memoria de gran capacidad. Hasta la próxima.