El pasado domingo, el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (Cpccs) se reunió, finalmente, y aprobó un reglamento para elegir al nuevo Contralor General del Estado. Hay nuevos parámetros y la ciudadanía debería conocer al máximo cómo se lleva a cabo el proceso cuando pareciera que la corrupción es algo normalizado en el país.
En raras ocasiones los políticos ecuatorianos hablan de la excelencia. Actúan y articulan sus discursos desde sus conveniencias. Hablan de paternalismo, que es algo que está comprobado que da votos. Hablan mal de sus enemigos, lo que asegura y arredila sistemáticamente su voto duro. Incluso, ya llegó el día en que desde una tarima se habló de la excelencia en la apropiación de bienes públicos. Se trata, entonces, de una excelencia negativa, una materia en la que el político criollo tiene una especial dedicación y, casi, casi, una maestría.
Señores políticos, ya es hora de que hablen de excelencia, pero en forma positiva. No la deterioren al tratar de pasar a la corrupción como un acuerdo entre terceros, y no como un fenómeno estructural. Tampoco le den clases de buen robo a sus compañeros de partido, para no dejarse ver la cara. Es hora de ver a la excelencia en forma positiva: se debe ver en obras bien hechas; en utilizar cada centavo público de la forma más responsable; en no entramparse en luchas egocéntricas con sus adversarios; tampoco en utilizar a la justicia como resorte de sus intereses.
De ahí que es necesario encontrar la forma de que el próximo Contralor elegido no tenga el mismo guión que tuvo el último designado por el Cpccs, Carlos Pólit: con una nota 95/100 y, dos años después, prófugo por sospechas contundentes de corrupción, y más tarde sentenciado a seis años por concusión.
Si la clase política tiende a la excelencia negativa y si los concursos están hechos a la medida de la deshonestidad, la única forma de evitar la corrupción es el involucramiento de la sociedad civil. Una vez leído el reglamento para la elección del nuevo contralor, hay dos fases: la de la elección de los veedores ciudadanos; y luego la designación propia del nuevo funcionario que vigilará el uso de los dineros públicos.
Me atrevo a decir, que el nuevo contralor tiene que venir una mentalidad fresca. Tiene que abrir las cuentas públicas. No solo mostrar los exámenes especiales en la web de esa entidad, para que unos pocos periodistas vean la ardua labor que cumple la Contraloría. Es necesario hacer un compendio de todas las glosas levantadas por cada examen especial realizado, cada desvanecimiento de estos instrumentos, y cada caso que haya pasado tanto a la Fiscalía General del Estado como al Tribunal Contencioso Administrativo. Lo ideal sería que cualquier ciudadano pudiese hacer un seguimiento y, en lo posible, saber qué pasó con los fondos públicos, hacer una ruta del dinero, inclusive.
Al fin y al cabo, se trata de no permitir que los fondos del Estado se esfumen tan fácilmente, como ha sucedido hasta ahora. Es imperativo que el nuevo contralor abra todos los procesos.