Hasta hace pocos días, la conversación acerca de las elecciones tenía como punto crítico si Pachakutik lograba reabrir unas 25 000 urnas para pasar a la segunda vuelta. Todo un embrollo político cuyo eje transversal era una disputa sobre lo que se puede hacer legalmente en material electoral.
Al final quedó una amarga experiencia para el movimiento indígena que, por primera vez en su historia, tuvo la posibilidad de disputar un balotaje y pelear la Presidencia de la República. Amarga, porque no lograron demostrar legalmente su reclamo, porque su control electoral fue deficiente y el manejo de la ley electoral no fue acertado.
Cuando vino la última impugnación de Pachakutik, en el Tribunal Contencioso Electoral (TCE) les preguntaron a los dirigentes de ese movimiento si las pruebas presentadas habían sido numeradas. La respuesta de los directivos de Pachakutik fue sí. Pero, en rigor, no ocurrió así. Pero el mismo organismo de justicia electoral procedió a numerar cada hoja. Un acto poco ortodoxo, pero que a la larga evitó cualquier suspicacia y ayudó a que se ingresara esa impugnación. Luego, ya se verificó que el reclamo no procedía y eso desembocó en ratificar el paso de los candidatos de Unes y de Creo-PSC a la segunda vuelta.
Una especialista en el tema de control electoral es Dayana León. Ella ha ofrecido cursos a organizaciones políticas sobre cómo hacer este proceso y, en una de sus exposiciones, lanzó este aforismo que resume la importancia de este paso: “un control electoral mal planificado es un deporte de alto riesgo”.
El control electoral consiste en que delegados de las candidaturas hagan una inspección de las votaciones y verifiquen in situ que el conteo de votos sea transparente y que, sobre todo, sea transcrito con propiedad en las actas que elaboran los miembros de las juntas receptoras del voto (JRV). Propiedad en términos legales, lo que significa que tengan las firmas de responsabilidad adecuadas. Y propiedad de transparencia, es decir, que estén los resultados objetivos detallados sin aumentar o quitar un solo voto en la sumatoria final.
De ahí que es necesario que los delegados de los candidatos estén atentos a que todo vaya en orden y, si se detecta irregularidades, tomar nota de las JRV donde haya posibles fallas. Ese registro puede llevar a la impugnación efectiva de actas con problemas, y en caso de que sea necesario pedir que se abran las urnas y proceder a un recuento de votos.
El segundo es no perder en la mesa, con la experiencia de Pachakutik, y con las últimas tendencias que manejan las candidaturas, la diferencia es tan estrecha que el control electoral es clave. El tercer escenario es la apertura de urnas, un proceso tedioso y desgastante.
Un control electoral mal hecho puede llevar a alargar la proclamación de resultados, abre las dudas de la transparencia electoral y agita los ánimos. Lo vivimos hasta hace pocos días. Así que, candidatos, hagan de los comicios un ejercicio saludable para evitar caer en la práctica de ese deporte de alto riesgo: jugar con los límites de la democracia.