Se han visto casos de éxito de campañas electorales arrolladoras. Pero eso no significa que la política se pueda resumir como la victoria en la lid electoral, y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Precisamente el cuento de hadas termina ahí, porque en adelante viene la realidad como tal, un momento donde los nuevos dignatarios deben decidir entre gobernar o beneficiarse.
¿Beneficiarse? Al final resulta así, si los flamantes titulares de los gobiernos seccionales no cambian el modelo de crear más burocracia en detrimento de la eficiencia administrativa. Esta es la clave para no defraudar a los ciudadanos, hayan o no votado por su candidatura.
De esta forma, o las nuevas autoridades piensan en beneficiar a las personas que hicieron campaña con ellos (creando más puestos de trabajo, haciendo de las juntas parroquiales, los municipios y de las prefecturas una bolsas de trabajo, para devolver favores electorales) o abren los ojos y se dan cuenta que ante el serio problema fiscal la única forma de salir adelante es priorizar recursos y no crear más burocracia.
Esta visión, que es la más sensata, no resulta fácil, por una sencilla razón: 49% de las alcaldías fueron ganadas en alianzas. Si bien, al momento de inscribir cada partido o movimiento en la alianza se firmó un acuerdo sobre el porcentaje de aporte de cada organización, de la misma forma llegará el pedido de reparto de puestos de trabajo, de instancias administrativas, etc, de cada uno de los aportantes o de los directivos de casas barriales o grupos políticos. Es decir, los titulares de los gobiernos locales tienen desde ya un momento incómodo con sus compañeros de lid electoral.
De aquí en adelante quedan los muñequeos con el Gobierno central. Hace dos semanas, se anunció que a las prefecturas se les pagaría con bonos. ¿Entonces, cuál es la ruta a seguir? ¿Modelos de alianzas público-privadas? A los empresarios no les gusta perder plata. Así que la eficiencia es la única ruta.