Exaltación de la memoria
“Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre/ porque se detendrá la muerte y el reposo”. Así dice la exaltación del poeta Roque Dalton al olvido. De alguna forma, la imagen rememora lo que sucedía en Ecuador: de tanto no pronunciar sus nombres, algunas instancias para defender a los ciudadanos se habían extinguido.
Con la acción de protección pedida tanto por la Defensoría del Pueblo como por la Defensoría Pública, para solicitar medidas cautelares por la disposición del Gobierno de pedir pasaporte a los venezolanos que desearan pasar a territorio ecuatoriano, se detuvo el reposo en el que se habían postrado estos órganos autónomos de la Función Judicial. Aunque quedó muy claro que durante los 10 años de bruma política en materia de derechos humanos en Ecuador, estas, lejos de ser autónomas, respondían a la Judicatura, ergo, al Ejecutivo.
La Defensoría del Pueblo, asimismo, se disculpó la semana pasada con el conglomerado Yasunidos, por toda la pasividad en el caso de las firmas recolectadas y no convalidadas para el llamado a consulta popular para dejar bajo el suelo el petróleo que existe en el Parque Nacional Yasuní.
Estas disculpas públicas y la acción a favor de las personas, por encima de su nacionalidad, pone más empeño en esa idea de que la defensa de los derechos humanos debe rebasar la aprobación o descrédito de los gobernantes y sus intereses de mantener el statu quo. La memoria de los ciudadanos debe ser la clave en una época en la que recrudece la amnesia de los exfuncionarios públicos en los juzgados y en las comisiones parlamentarias, en donde se ventilan autorías en hechos de corrupción y de arbitrariedad política.
Que la exaltación al olvido se quede en el plano de la estética como un referente de nuestros miedos, y que venga un elogio a la memoria, al aquí y ahora, a luchar desde la trinchera de la solidaridad y los derechos humanos. Que se venga la exaltación de la memoria y que esta sea una poesía circular.