Ha pasado en el deporte. Y también en la política electoral. Siempre hay un elemento que domina en la opinión pública ecuatoriana y ese factor lo hace parecer importante y de esa forma eclipsa al resto.
En lo deportivo, siempre es más importante el fútbol, antes incluso que otros deportes que son más entretenidos y en los que no hay tanta parafernalia (ciclismo, boxeo, atletismo) y, así tengamos campeones olímpicos, siempre la atención del público está en el fútbol. En la actual coyuntura política, la carrera presidencial lo es todo.
Lo que se juega en las elecciones para elegir a 137 asambleístas y a cinco parlamentarios andinos no es poco. Hay varios factores, pero el principal tiene que ver con el tema de las aceptaciones personalísimas de las candidaturas, en donde se personalizaron casos particulares, lo cual repercutió sensiblemente en el foco de las informaciones.
De la misma forma, ahora que solo quedan dos semanas para que se inicie la campaña oficialmente, el tema de Justicia Social y su tardía incorporación a la papeleta presidencial se ha transformado en un asunto denso, complicado, en el que intervienen en torrentes iguales intereses políticos y argucias jurisprudenciales para encontrar resquicios a la ley. Eso ha opacado la campaña de los postulantes a la Asamblea.
Muy por debajo ha quedado el debate de qué se juega en la Asamblea: ¿una mayoría para inmovilizar cualquier intento de gobernabilidad de Carondelet? ¿Una mayoría para estructurar una amnistía para los prófugos de la justicia? ¿Una mayoría para hacer negociados tipo hospital de Pedernales? ¿Una mayoría para aprobar las leyes que necesita el país?
En cuanto a los parlamentarios andinos, se debería debatir cómo aprovechar esos escaños para hacer que la Comunidad Andina funcione como se soñó en los años 70, cuando se veía que era posible replicar las políticas integracionistas de Europa.
En las elecciones subterráneas hay demasiado qué perder. ¿Incluso ganar?