El inicio de un nuevo periodo parlamentario trae una incógnita que es la suma de dos demonios que asedian a la Asamblea Nacional: la ligereza que hubo en no exigir que dos comisiones legislativas no se instalen para tratar los informes previos de las leyes; y por otro lado la volatilidad de la mayoría que apoya a Alianza País y, por ende, al Ejecutivo.
¿Se puede decir que ha sido una ligereza el hecho de quedos comisiones no sesionen aún? Totalmente. Se trata de una muestra de la pobre visión política que se maneja en la Asamblea. Por ejemplo, el Ejecutivo afina su propuesta de reforma laboral que será enviada al Parlamento. Sin embargo, tiene que pasarla a la Comisión de los Trabajadores, precisamente una de las que no se ha reunido hasta el sol de hoy.
Hay dos alternativas, que los diálogos con los miembros de esta mesa se intensifiquen hasta que se reúnan, elijan a su titular y luego traten el tema. Si no se supera ese escollo la otra posibilidad sería crear una comisión ocasional, específica para el tema de esta reforma, una salida poco ortodoxa y con problemas legales futuros.
El caso de la reforma laboral es apenas un ejemplo de cómo la Asamblea le queda debiendo al país debido a su inoperancia por falta de acuerdos políticos mínimos. Ni qué hablar sobre acuerdos más grandes.
Durante los tres meses en que César Litardo (AP) ha asumido el liderazgo de la Asamblea, el ejercicio parlamentario se ha reducido a los juicios políticos. Legislar significa literalmente hacer leyes, por lo que la deuda de los asambleístas en este tema está clarísima.
En materia de votos para el Pleno, AP tiene una mayoría que no siempre alcanza. Los oficialistas ponen 39 votos junto con 18 de Creo, 11 del bloque del BIN y ocho del BADI. Para lograr que sus leyes se aprueben depende de las voluntades del PSC (17 votos) y cinco de Suma, porque el correísmo tiene 32 votos que siempre se pronunciarán en contra.
Con ese perfil se viene el próximo ciclo legislativo que se iniciará el próximo lunes.