La Corte Constitucional una vez más causa polémica, esta vez al declarar la inconstitucionalidad de las enmiendas del 2015, a pesar de que dio consentimiento para que se apliquen.
Se ve el accionar de la CC. Repetitivo. Dubitativo. Ineficaz. Cuando sus sentencias son publicadas se replica del mito de Sísifo, quien debía llevar una roca hasta una cumbre y, cuando llegaba allí, la roca caía y Sísifo debía volver al pie de la montaña para cargar la roca. Y así, una y otra vez.
Cada sentencia-roca de la CC debería llegar y exhibirse en la cima. Producto de su legalidad, de su contexto de probidad. Pero cada fallo suele caerse como la piedra del mito. Por eso, esta CC es la Corte de Sísifo.
La sentencia sobre las enmiendas, aunque restituye disposiciones constitucionales, hace dudar. Sobre todo, porque cuando los magistrados enviaron sus informes de labores al Consejo de Participación Ciudadana (Cpccs) transitorio aceptaron someterse a su evaluación y posible destitución.
La CC puso en duda la seguridad jurídica del país. Primero autorizó para que se sustancien las enmiendas, luego hizo otro análisis y resultó que eran inconstitucionales, que la comunicación no podía ser un servicio público, que la Contraloría sí debe hacer análisis de gestión, que los militares no deben encargarse de salir a las calles. Todo porque la Asamblea aprobó las enmiendas con un votó en bloque, sin discusión punto por punto. ¿Qué pasará con todas las leyes aprobadas así durante en el correísmo?
La tarea más dura del Cpccs no sería cesar a los vocales de la CC. Lo más complicado será realizar un concurso que elimine cualquier posibilidad de que se repita lo sucedido en estos diez años: jueces que han caído en la miopía del presente, de su presente, que no han levantado la mirada al futuro porque sus decisiones crean precedentes y que torpemente nos resumen como sociedad: muchas veces, en vez de ser un conjunto de ciudadanos que hacemos lo correcto, somos como una manada que únicamente sigue instintos básicos.