La contramarcha
Al parecer, se ha defenestrado esa práctica oprobiosa de la contramarcha. Una práctica de la política criolla que trataba de mostrar que si había gente que desaprobaba un Gobierno, había quien lo defendía.
La contramarcha se había convertido en todo un modus operandi. Desde el retorno a la democracia, si los gremios planificaban la marcha del Primero de Mayo, los sindicatos afines al gobierno tenían su propio recorrido y cánticos a favor del presidente que ocupara el sillón de Carondelet.
En la historia reciente, se puede decir que fue una jugada desesperada en los días más bajos gobierno de Lucio Gutiérrez y que terminó como una industria de marketing político en la era correísta, en la cual se utilizaba literalmente a sus seguidores y funcionarios públicos como una prueba material e irrefutable de la fidelidad de los votantes al llamado del gobernante. Aun así, hubo numerosos testimonios gráficos y videos de funcionarios de instituciones públicas en las marchas que se mostraron en las redes sociales. Allí se observaba a unos marchando, otros entregando refrigerios. Todo ese aparataje, desde cualquier punto de vista, era antidemocrático.
La contramarcha fue una marca viva de la confrontación como una filosofía de plantear el accionar de un gobierno. La contramarcha era ilegítima, porque si tenía alguna razón de ser, debía marcar una diferencia en la democracia. Y no lo hizo. Si pretendía legitimidad, su convocatoria debía realizarse en un día diferente. Pero nunca fue así.
Así que ahora que se viene la marcha de los trabajadores, para este jueves, según el anuncio realizado ayer por los dirigentes gremiales, al menos hay la garantía de que no habrá una contramarcha. Eso sí, es necesario que los trabajadores se lancen a las calles llenos de un espíritu democrático. Que si creen que el alza de la gasolina súper afecta a las masas, lo hagan convencidos. O que si marchan porque creen que protestar es la única manera de ser escuchados, sean claros en su mensaje.