Bulos
La realidad de los entornos digitales es una paradoja. Es una realidad, en tanto que muestra las interrelaciones de los usuarios de la Internet. Como las personas suelen crear sus relaciones digitales dependiendo de sus gustos y creencias personales, entonces materializan una realidad-burbuja en la que se dejan de lado otros puntos de vista. Entonces es una paradoja, porque esa realidad parecería ser completa, pero es parcializada.
Entiendo así, los entornos digitales en red son un campo fértil para la polarización. Y desde el punto de vista político son un campo para la reafirmación de postulados y de electorado. De ahí que la creación de bulos (hay un correcto debate académico para no identificarlas como noticias falsas, porque si son falsas no son noticias) sea una estrategia efectiva, pero sin ética, elaborada para sacar provecho, en este caso, electoral.
Ahora que aún faltan tres meses para las elecciones presidenciales, los bulos político-electorales más utilizados son los que difaman a los contendientes y las encuestas que, en este momento de la campaña electoral, son clave para posicionar figuras.
Sobre las difamaciones, hay un componente mágico para que funcionen: la capacidad para el chisme y para eso la verificación es una metodología nula. Sin embargo, para las encuestas hay varias formas de verificación. El primer truco es ver la fuente, hay un listado de empresas autorizadas por el CNE. Otro artificio es verificar si se muestra el dato de indecisos, usualmente, a esta altura de la campaña, los sondeos nunca hablan de ellos y si un candidato tiene un buen porcentaje y los indecisos son más, pues ese dato lo hace ver débil, por lo tanto, nunca aparece.
Es tan difícil verificar encuestas en esta época, tanto que incluso hay medios que publican una sola, cuando un ejercicio periodístico profesional (sin las malas artes de los clicks fáciles) publicará al menos tres encuestas y hará una análisis de ellas o, simplemente, pensará más en la democracia y no publicará sondeos.
¡Fuera bulos!