El 17 de marzo de 1981, la guerrilla colombiana del M-19 hizo un pedido insólito. Acudió al Estado ecuatoriano para pedir asilo, dado que vivía un “acoso” del Ejército colombiano. Ecuador no acogió la solicitud. Si los historiadores de fuentes diplomáticas calificaron a ese pedido como un caso paradigmático, nunca se imaginaron siquiera que un caso así de insólito o más, vendría 31 años después: el asilo a Julian Assange.
Assange había publicado secretos de estado de EE.UU. en su portal WikiLeaks. Vivía en Londres y tenía que presentarse ante la justicia de Reino Unido por una demanda de extradición de Suecia, país en donde enfrentaba una demanda por un supuesto delito sexual. Así que pidió asilo a Ecuador.
Eso fue el 20 de junio del 2012. Seis años después, Assange demandó al país que lo ha acogió para el asilo. La demanda fue puesta para impedir que un protocolo reglamentara su comportamiento en la Embajada.
Ahora, el destino de Julian Assange está en sus propias manos. La demanda fue desestimada por improcedente. Si no cumple, se puede terminar su asilo. Así como fue necesaria la intervención de la justicia para dirimir este pedido, es imperativo que intervenga para transparentar cómo se le dio la nacionalidad ecuatoriana a Assange.
Hay que investigar cómo obtuvo su cédula y qué complicidades hay detrás del número 17XXXXXX83 que lo acredita como domiciliado en Chaupicruz, norte de Quito, si nunca ha pisado el Ecuador. En los registros no hay información dactilar. Según fuentes consultadas, eso indicaría que Assange no tiene cédula en físico sino solo el número, lo cual es otra anomalía porque el documento y el número son dos caras de una misma moneda.
La cédula de Assange fue sacada con el sistema AS400, dado de baja el 9 de abril del 2013, cuando fue reemplazado por el sistema Magna. Este último tiene más seguridades y, según fuentes contactadas, no habría generado un número de cédula con tantas anomalías.
¿Alguna autoridad se anima a investigar?