Dos tropiezos ha tenido el nuevo Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (Cpccs). Por una parte, su propio pasado, de ser un ente utilizado en beneficio del Ejecutivo, en la década pasada, en demérito de los ciudadanos. Por otra, la consulta popular que lo eliminaría el mismo día en que se lo elija.
En primera instancia, las expectativas eran que se tendría que hacer un folleto, por la abrumadora cantidad de postulantes, como mínimo unas 700. Luego se habló de una papeleta de 29,7 cm de ancho por 84 de largo. Para cuando se cerraron las inscripciones, 201 ciudadanos habían manifestado su voluntad para participar en esta elección.
El pasado miércoles se confirmó que finalmente 28 personas pasaron los filtros del Consejo Nacional Electoral (CNE). De alguna forma, esa es la muestra de que los ciudadanos no tienen interés en ser parte de un ente totalmente cuestionado.
Ese mismo cuestionamiento es el que de alguna forma habría llevado a que Julio César Trujillo, quien preside este organismo en la transición, proponga eliminarlo a través de una consulta popular. Apenas se supo eso, tres postulantes se retiraron.
A pesar de que el Cpccs ahora puede ser elegido mediante votación directa, no se olvidan las dudas de su competencia democrática, y que si sus miembros sucumben ante el poder político de turno se puede volver a ese pasado en el que el Ejecutivo anterior ponía a su gente de confianza en cargos clave.
Si no se concreta la consulta popular, que al parecer no avanza, es un deber del CNE promover que los ciudadanos conozcan a los candidatos, ya que los 28 postulantes tienen altas posibilidades de ser elegidos (son siete consejeros titulares y siete suplentes, 14 en total), es decir, cada candidato tiene el 50% de posibilidades de formar parte del organismo que nombra autoridades.
Quizá esta sea la elección en la que un postulante tenga más probabilidad de ser elegido. Quizá sea la que menos revuelo ha generado en los votantes. ¡Triste paradoja!