Uno de los aspectos vitales en un plan de negocios tiene que ver con el mercado y los competidores. Cuando un emprendedor define el producto o servicio que quiere ofrecer, además de describir sus características o funcionalidades, tiene que identificar las necesidades que cubre en el mercado.
Una vez ubicado el mercado (tamaño, barreras, tendencias) y el público objetivo (segmentación, necesidades), viene un aspecto fundamental y tiene que ver con la identificación de la competencia (existentes y potenciales competidores). Y este es un asunto fundamental: para ser exitoso en el mercado y ganar clientes, hay que diferenciarse de la competencia, con base en estrategias que apuntalen sus ventas. Las iniciativas más exitosas son las que logran identificar las fortalezas y debilidades de los otros, con el fin de mejorar la oferta del servicio y ampliar sus márgenes de utilidad.
Y todo esto no es ajeno a uno de los sectores que a través de la fuerza e imposición quiere apropiarse de un mercado que cuestiona su servicio. Me refiero a los transportistas y, últimamente, a los taxistas. Algo que no solo sucede en Ecuador sino en otras capitales en donde la historia se repite.
Más allá de concentrar el debate en el tamaño del mercado (si se debe o no legalizar más unidades en Quito), los taxistas se habrán planteado ¿por qué tantos usuarios optan por otro tipo de operadores que ofrecen mejor servicio y tarifas más asequibles?
Cualquier gremio tiene el derecho a defender sus reivindicaciones. Lo que no tiene derecho es a provocar caos, paralizar el funcionamiento de una ciudad, afectar su economía, alterar las actividades escolares e irrespetar lo que dicen la ley y la Constitución.
A los taxistas les asiste en parte la razón cuando exigen claridad normativa sobre su actividad. Pero de allí a buscar mayor protección a su actividad, con base en presiones que caotizan a la ciudad, hay mucha distancia. Guste o no, la competencia en Quito, o en cualquier otra ciudad, es inevitable.