Octubre, el mes perdido
En círculos empresariales, más de un gerente financiero sabe que para pagar la nómina del mes anterior tuvo que recurrir a las provisiones o echar mano de un crédito urgente para no dejar de atender los salarios. Pero también, por obra y gracia de las paralizaciones de la primera quincena de octubre, en varias empresas no se pudo pagar a los empleados.
La economía sufrió un duro revés. Las grandes, pequeñas, medianas y hasta las microempresas asimilaron un fuerte golpe en sus ingresos. Las ventas se perdieron, la producción industrial se paralizó, se dejó de pagar a proveedores, se perdieron activos, hubo mercadería saqueada y así la lista de afectaciones se multiplican en todo nivel.
Misiones de inversionistas extranjeros que tenían previsto llegar al país en el transcurso del último trimestre del año postergaron sus desplazamientos. Pasarán semanas o meses, para que nuevamente incluyan al Ecuador en sus giras de negocios externos.
La producción petrolera, la principal fuente de ingresos del país, tambaleó. La toma de campos y el sabotaje en determinados pozos causaron millonarias pérdidas. Por ello, desde el Banco Central se anuncia una revisión de la meta de crecimiento económico para este año (prevista en 0,2%), porque las mayores afectaciones durante los 11 días de paralización se produjeron en los sectores de minas y petróleo, exportaciones (flores sobre todo) y turismo.
Las manifestaciones también provocaron que las reformas laborales (tan necesarias en una época en la que el desempleo sigue al alza), se coloquen en el congelador. A los representantes sindicales parece que no les inquieta que miles no tengan empleo adecuado.
Pero mientras continúa el inventario de las perjuicios, el país también perdió en otros ámbitos que no pasan por el debe y el haber: la cohesión social, la confianza, el respeto, el debilitamiento del vínculo social. Solventar estos quebrantos tomará tiempo y mientras en las mesas de diálogo se trate de imponer posiciones ideológicas, la espera se prolonga.