Retrospectiva

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La 'maldición' del candidato de Gobierno

Por Carlos Rojas (O)

No se equivoca el presidente Rafael Correa cuando asegura que las elecciones generales de febrero del 2017 serán un verdadero reto para Alianza País, porque él ya no terciará como candidato. Es lógico, como cualquier agrupación política construida bajo la sombra de un caudillo, debe resultarle muy difícil adaptarse a otro personaje con menos carisma y liderazgo de su predecesor.

Sin embargo, este supuesto relevo de candidaturas –muy sano, por cierto, aunque solo sea en las formas- no es el único factor que debe preocuparle al oficialismo. Si se revisan los resultados electorales desde el retorno a la democracia, se puede sugerir que el movimiento Alianza País tendría altas probabilidades de salir derrotado en los comicios venideros.

La razón: los candidatos del partido que estaba en el gobierno siempre tuvieron un bajo desempeño electoral, al punto que sus rostros capitalizaron el voto castigo del elector. En el cuadro a continuación se explica como el régimen de partidos operaba bajo una lógica pendular, donde la fuerza que estaba en el poder cedía su espacio a una nueva. Esta alternancia, producto de la derrota en las urnas, ocasionaba unas crisis internas tan graves en los partidos de gobierno que, prácticamente, ninguno de estos pudo volver al poder por la vía electoral. El único caso fue la Democracia Popular, que estuvo en la Presidencia en dos ocasiones (1981-1984 y 1998-2000), aunque la primera fue por sucesión presidencial.

El caudillismo es la impronta de la política ecuatoriana, pues ha marcado el ciclo de vida de sus partidos y hasta de sus constituciones. Cada organización política emergía bajo el liderazgo de su figura principal, pero cuando esta acusaba el desgaste por el ejercicio del poder, resultaba imposible que sus relevos volvieran a triunfar. Ocurrió con Julio César Trujillo en 1984, Sixto Durán Ballén en 1988 y Raúl Baca en 1992.

Era tan desgastante gobernar el Ecuador que, a partir de 1996, incluso hubo fuerzas políticas que tras su paso por la Presidencia ni siquiera pudieron postular un candidato posterior. Aquello sucedió con el PUR de Durán Ballén que se desintegró y con la DP, luego de la caída de Jamil Mahuad. Poco a poco, los grandes protagonistas de las elecciones presidenciales de los años 80 y 90 (PSC, ID, PRE) cedieron espacio a agrupaciones nuevas pero muy volátiles (Prian y PSP).

Sin embargo, es posible y pertinente sugerir –razones no faltan para ello- que los triunfos consecutivos y contundentes de Alianza País, desde el 2006, rompieron todo este conjuro.

Aunque cabe aclarar que Rafael Correa se benefició de la reelección inmediata, dada su alta popularidad, la bonanza económica que lo ha acompañado en gran parte de su mandato y el control absoluto que Alianza País ejerce en organismos como el Consejo Nacional Electoral (CNE).

Pero ahora que la economía flaquea y que las encuestas empiezan a mostrar el declive sostenido del caudillo en el último año (Cedatos reporta una caída de 19 puntos entre enero y diciembre del 2015), Alianza País debió matizar su proyecto de enmienda constitucional sobre la reelección indefinida, autoimponiendo a Correa un candado para no que no sea candidato en el 2017.

De esta forma, el oficialismo, anticipando ya el desgaste en el poder, deberá optar por un sucesor cuyo desempeño electoral es incierto.

Las primeras mediciones sugieren que el exvicepresidente Lenín Moreno, por ejemplo, tiene grandes opciones de retener la Presidencia para los verde flex. Es decir, que el oficialismo sí cuenta con un relevo de peso.

No obstante, hay que recordar que en su tiempo, cuadros políticos como Durán Ballén, Jaime Nebot o el propio Raúl Baca también tenían aceptación popular, pero la factura del poder les pasó cuenta. Les oscureció tanto la huella de la gestión gubernamental de sus predecesores, que hubo casos como el del propio Durán Ballén quien tuvo que dejar su partido -el PSC-, y fundar otro para ser Presidente. En Alianza País deben estar preocupados porque la ‘maldición’ no se repita.