Este año resultó una verdadera caja de sorpresas para todos los habitantes de nuestro querido planeta. La mía llegó con unas cápsulas de ansiedad e incertidumbre, pero también de mucho tiempo para compartir con mi persona favorita: mi hijo.
Cuando era más pequeño –ahora tiene 16 años- me preguntaba cuándo almorzaríamos juntos entre semana. Yo vivía corriendo entre la universidad y el trabajo; nunca era el momento ideal.
Desde que se inició la emergencia sanitaria, desayunamos, almorzamos y cenamos mirándonos a los ojos; los suyos son grandes y claritos. A veces también vemos películas.
Así que por las cosas buenas y las malas que me trajo este 2020 celebraré con una gran copa de vino, porque agua, té, café, kéfir… tomo todos los días del año.
Antes de darme ese gusto seguiré con mi plan de alimentación diario, es decir que incluiré todos los macro y micronutrientes que mi cuerpo requiere para funcionar adecuadamente. Sí, en esa lista están las grasas buenas y los temidos carbohidratos. Los mantendré porque gracias a ellos tendré la energía suficiente para bailar –así sea en línea-y para esperar a que llegue la medianoche.
El plan también se mantendrá intacto porque solo así podré controlar las porciones de alimentos que colocaré en mi plato durante la cena de Navidad y la de Fin de Año. Cuando llegamos con el estómago vacío o saltándonos el almuerzo, por ejemplo, tendemos a comer y a beber en exceso. Todos hemos experimentado esos atrancones.
Pero, ¿cuál es la complicación si llegamos a las fiestas con un déficit calórico? El verdadero problema está en esos pensamientos de culpa que con seguridad aparecerán después de cada comelona. Me pasó antes de entender que el equilibrio es la base del estilo de vida saludable. Todos los excesos nos perjudican física y mentalmente.
Recordemos que ahora –por el nuevo coronavirus- tenemos contados los minutos dentro los gimnasios (hasta 90 minutos según el protocolo de bioseguridad) y, por lo tanto, carecemos de tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados; yo prefiero llamarlos gustitos.
Otra razón por la que mantendré mi plan de alimentación hasta que termine el año es porque quiero evitarme, en los días posteriores, los interminables litros de agua para mantenerme llena, aún sin probar bocado durante todo el día.
Esa, con seguridad, será la principal sugerencia de las personas que también prometen bajarnos de peso con brebajes milagrosos.
Todo eso me quiero evitar, pero, sobre todo, deseo disfrutar de la comida y de la compañía de mis seres queridos.
Ustedes, ¿celebrarán con vino o agua?
Los leo en pgavilanes@elcomercio.com y desde ya les deseo unas felices fiestas. Concentrémonos en disfrutar el aquí y ahora.
La clave para disfrutar de los banquetes por Navidad y Fin de Año está en mantener las porciones y optar por los alimentos más naturales. Foto: Pexels