“¡No me gusta el agua!” es la respuesta que amigos y familiares me dan cuando les invito a cambiar su vaso de refresco por uno de agua. Unos dicen que la cruda sabe a cloro y otros, en cambio, que la hervida tiene un toque a guardado. Los más osados afirman que su bebida es ‘light’ y que, al igual que el agua tiene cero calorías. Yo, solo suspiro.
Como todos sabemos, el agua es inodora, incolora e insípida. Y esa última característica, precisamente, podría ser la razón por la que evitamos su consumo en nuestro día a día, recurriendo a bebidas con alto contenido de azúcar y saborizantes.
El agua, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es esencial para el cuerpo humano en cualquier etapa de la vida porque, entre otras cosas, ayuda a regular la temperatura corporal y a mantener una buena digestión. La ausencia de este líquido en la dieta diaria podría alterar el desempeño del sistema digestivo y ocasionar problemas como el temido estreñimiento, por ejemplo.
De acuerdo con expertos en nutrición, una persona adulta sana debería consumir entre seis y ocho vasos de agua al día para también lucir una piel saludable y elástica, y para garantizar una buena movilidad a sus articulaciones.
Sin embargo, esa cantidad podría aumentar dependiendo del tipo de vida que lleve cada persona. Un hombre o una mujer activa, por ejemplo, requerirá de más líquido. Si queremos conocer la cantidad exacta necesariamente tendremos que visitar a un nutricionista.
¿Cómo hacernos amigos del agua?
Aquí en nosotros, les cuento que a mí tampoco me gustaba. Podía pasar varios días con solo jugos hasta que cambié mis hábitos alimenticios. Por añadidura llegó el vaso de agua tibia en ayunas y después, las bebidas refrescantes hechas con agua y cáscaras de frutas como la naranja, por ejemplo.
Ahora, las personas que me conocen podrían describirme como una mujer de treinta y pico de años que tiene siempre entre sus manos una botella de agua.
No es fácil tomar dos o tres litros de agua al día, pero es necesario buscar estrategias para ingerirla sin que aquello represente un castigo. Recordemos que tenemos la obligación de cuidar de nuestro cuerpo y más ahora que descubrimos que somos vulnerables.
El consumo de agua reduce el riesgo de padecer problemas digestivos. Foto: Pexels