Con 15 libras menos y una mochila cargada de ilusiones...

También viajo con la bandera de mi querido Ecuador. Un regalol de Edi, una maratonista que me hizo barras desde el primer día.
Así es como viajo para participar en la tan esperada y anhelada Maratón de Miami; en esa ciudad alrededor de 15 000 personas (238 ecuatorianos) recorreremos los 42 195 metros.
Viajo supermotivada, pero también con algo de ansiedad. En las dos últimas semanas he sido presa de un sinnúmero de emociones: días alegres y otros... dudando de mi fortaleza.
Quedé en contarles el paso a paso hasta llegar a la maratón y aquí estoy. Pero antes de empezar quiero agradecerles por sus palabras de aliento y por darse el tiempo de escribirme y hasta de ayudarme a armar mi playlist. ¡Quedó espectacular! Ya saben; nada de Perales ni de Chayanne.
Siempre quise correr una prueba de esta magnitud. Recuerdo que hace cinco o seis años escribí en el perfil de mi Instagram: "Sueño con una maratón". Pero, aunque moría por correr todos esos metros siempre me hacía la loca. Tenía miedo de sufrir. Porque seamos sinceros, a partir del kilómetro 20 duele todo, hasta el párpado; bueno, eso nos pasa a algunos aficionados.
Además, detesto madrugar y le huyo al frío. Otra cosa, jamás he corrido sola. Siempre entrené acompañada. En resumen, tenía miedo de salir de mi zona de confort.
Hasta antes de desempolvar mi sueño entrenaba en casa -bendito coronavirus- e iba al gimnasio luego de cumplir con todas mis actividades, cerca de las 17:00. Para participar en una prueba de largo aliento como la maratón necesitas disciplinarte y armar una hoja de ruta, alimentarte bien, dormir tus buenas 6 u 8 horas, madrugar.
Una competencia así requiere de entre cuatro y cinco meses de entrenamiento. Hay personas que se lanzan a la aventura sin entrenarse, pero como yo quería gozar de cada kilómetro me preparé durante 16 semanas.
Me perdí un mes de acondicionamiento por el doble esguince que sufrió mi tobillo derecho, algo que sin duda supuso un trabajo extra para mi mente. Repitiéndome que sí se puede hice mis 30 kilómetros. "¡Estás lista!", me dijo un amigo. Yo le di la razón.
Pero algo extraño pasó la penúltima semana; simplemente sentía que no lo lograría. Ahora que estoy calmada supongo que fue el cansancio físico y mental. Pese a esa sensación salí de casa un viernes. Llegué a mi lugar de entrenamiento y cayó el aguacero.
¿Vas a huir ahora? Por supuesto que no me respondí. Jamás en la vida había corrido con condiciones tan adversas. Al inicio no quería ni mojarme los zapatos, pero luego del primer kilómetro una sensación de plenitud invadió mi alma y cuerpo. Cruzar los ríos que se formaron al interior del Bicentenario desató la adrenalina y tras llegar a la meta el reloj marcó los 10 kilómetros más rápidos de la vida.
No sé con cuántos litros de agua contenida en mi ropa y zapatos corrí, solo sé que ese día me levanté porque debía tomar un baño de realidad para entender que me preparé a consciencia y que no hay razón para temer, solo disfrutar y agradecer. Tras la para por mi esguince dije que me olvidaría del tiempo que me fijé para cumplir con mi maratón. Otra vez, el miedo. Pero luego de ese viernes: ¡Vamos Pao, tú puedes (risas)!
¿Qué tiempo? Humildemente cuatro horas y media.
La carrera será este 6 de febrero. ¿Me mandan sus buenas vibras?
Nos leemos al regreso queridos amig@s