De Beijing (China) ‘sabía’ lo que la mayoría. También, que fue sede de los Juegos Olímpicos 2008. Ese año nos maravilló con su infraestructura y claro, con su alucinante fiesta de juegos pirotécnicos.
Con una infinidad de colores iluminaron el cielo de Beijing, pero también el del mundo entero: así lo sentimos las personas que vimos la inauguración y clausura de los juegos por la TV.
Pero Beijing y China son mucho más que eso. Aquello -precisamente- me lo repetía uno de mis amigos antes de mi viaje. Cuando habla de esta ciudad sus ojos se ‘encienden’.
¡Tenía razón! Ahora mismo mis ojos brillan mientras escribo mi blog. Por cierto: ¡Qué lindo ‘desempolvarlo’ con esta experiencia! Llegué a Beijing el pasado 27 de julio de 2023. Vivo en el futuro: 11 horas de diferencia con Ecuador. Ahora mismo, aquí son las 21:00 del viernes, mientras que en mi país el reloj marca las 08:00; el último día de la semana apenas empieza.
El futuro es literal: Beijing -como otras ciudades chinas- se destaca por una infraestructura de primera; suma cerca de 10 rascacielos. Esos -por supuesto- conviven con construcciones muy antiguas, y es que China es un país milenario.
Sus avenidas son superamplias; están copadas de árboles, cada uno con un verde y café único. Hay unos tipo helechos gigantes; cuadras y cuadras están llenas de esos ejemplares.
Sus rascacielos impresionan. Hay uno en la avenida Guanghua, mi ‘pista atlética’ desde que pisé suelo chino. Lo conocen como China Zun Tower y tiene 528 metros de altura. Para apreciarlo en su totalidad es indispensable un día despejado. Cuando amanece con lluvia, los ojos humanos apenas logran verlo hasta la mitad. Corro casi a diario y jamás me canso de admirarlo; su diseño seduce e impacta. Es una construcción, cuyo diseño desafia a la gravedad.
Cerca, hay pequeños restaurantes, tiendas de ropa, micromercados. Los accesos están despejados: casi no hay basura. En cuatro kilómetros de recorrido contabilice cerca de 30 basureros con espacios para material desechable, reciclable y para poner las colillas del tabaco; debo aclarar que este contenedor nunca es suficiente.
De todo lo que ‘sabía’ de este gigante y su gente, esto último sí es cierto; los chinos fuman bastante. Por eso la gran oferta: observé como 20 variedades en la percha de una pequeña tienda.
Luego de la pandemia -me contaban- la gente cambió sus hábitos. Por eso hay varios trabajadores limpiando las avenidas. He visto a varios de ellos iniciar su jornada laboral a las 06:00.
Tampoco hay vendedores ambulantes. Bei Bei -una periodista local- mencionó que China es un país que se caracteriza por aprender de sus errores. La pandemia los marcó; no solo porque se perdieron decenas de vidas humanas. También porque fue estigmatizada. Por mucho tiempo el mundo dejó de hablar de su potencial en el campo tecnológico o en el deporte, y se centró en hurgar y popularizar sus aspectos negativos.
La emergencia sanitaria dejó huella y por eso decenas de ciudadanos chinos siguen usando las mascarillas -por ejemplo-, e implementando más medidas para preservar su bien más valioso: la vida. Acá la gente casi no escupe. Hasta el momento solo tres personas me han sorprendido con esa práctica: dos de ellos de la tercera edad.
PD: La semana pasada pasó el tifón Doksuri. En Beijing llovió durante 50 horas consecutivas. ¿El resultado? 11 personas fallecieron. Los distritos de Mentougou y Fangshan fueron los más afectados.
Toco este tema porque generó conversaciones entre varios periodistas de América Latina. La mayoría llegó a la conclusión de que en los países de origen se habrían perdido miles de vidas.
China evitó la muerte de más gente mediante sistemas de alerta y otras estrategias. ¡Aprendió de sus errores!
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